“Ante esta propuesta los nervios la cundieron y como mecanismo de defensa le dijo que no podía porque la mamá estaba muy anciana y enferma y que ella la atendía, además que era responsable de algunos de sus hijos menores.
Que en cambio su amiga Carmen sí podía colaborarles porque también era escritora y no tenía ni marido ni hijos.”
Supe del don de la palabra que Dios le legó a Silvia cuando en jornadas de literatura no solo infantiles sino con adultos, soltaba su interminable selección de costumbristas cuentos cortos sobre el “Tío conejo y el tío tigre”, con los cuales al auditorio primero lo embelesaba y luego le hacía soltar carcajadas.
En el ejercicio de recordación de la apreciada y admirada Silvia Aponte, ya desaparecida, evoco a algunas de las personas que con todo su gusto -a solicitud expresa suya- la acompañaron en la edición de sus libros ya como prologuistas, ya como ilustradores. Con seguridad digo que puede haber alguna inconsistencia en los datos que ahora detallo.
Inicio diciendo que si no estoy mal los dos primeros ilustradores de sus títulos fueron: Andino Abril, araucano médico cardiólogo a la novela “Las guajibiadas” y el arquitecto Hernando Onofre al cuento infantil “El sapo Toribio”.
Después Soraya Yunda hizo las carátulas de “Guayare”, “La catira María Eucadia”, “El pesador de tradiciones” y “Rompellano” al que además le aportó las viñetas, ella es la de mayor número de trabajos pictóricos en la obra de la llanera escritora.
Así mismo la figura internacional que cayó en las redes literarias de Silvia fue el pintor italo-argentino-colombiano Germán Tessarolo, quien gustoso se encargó de las portadas de los títulos “Sonrisas de Dios” y “Verónica Escalante”.
Hablando de quienes le escribieron prólogos y otros textos para sus obras puedo enunciar a Manuel Zapata Olivella, Eduardo Mantilla T., Jorge Eliécer Pardo, Olaff López de Mesa, Carlos Rangel, Carmen Martínez y Alberto Herrera.
Del inventario de anécdotas que de ella guardo comparto la siguiente trilogía:
En la última página de la Radio Revista Cultural de julio de 1995 escribí la nota Pocatil y Tilín en el reino perdido, en la que narró la historia de cómo dicho mecanografiado cuento infantil regional fue salvado de una caneca de la basura a la cual su autora lo había arrojado al no poder encontrar patrocinador para editarlo.
El hada madrina que de allí rescató el texto fue Rosita Hoyos de Mejía, quien cuando la escritora le contó el suceso con ella rápido fue hasta la casa con la fortuna que aún no había pasado el carro recogedor de la basurera. La recordada Rosita hizo gestión gubernamental y el cuento infantil fue editado por la Imprenta Departamental del Meta
La siguiente anécdota también ella misma me la contó. Le ocurrió en el municipio de San Martín de los Llanos en donde el Colegio Integrado la contrató para dar una conferencia. Al atardecer del día pactado desde Villavicencio viajó a cumplir el compromiso, pero al bajarse de la flota se equivocó de rumbo tomando una vía destapada anterior a la que lleva al colegio.
Como ya caía la tarde algunos perros le ladraron y en medio del susto la escritora no miró un becerro que estaba echado en la mitad de la calle y terminó subida en él. Al final entre asustada y un poco aporreada llegó a la institución educativa y pudo dictar la charla.
La última historia es la reina de todas. Luego de algunos años las dos amigas, colegas y paisanas: Carmen Martínez y Silvia Aponte volvieron a encontrarse durante encuentro literario con sede en la capital araucana.
Esta anécdota la contó Carmen allá en visita a tierras apureñas prevista por el programa de literatura. Yo estaba con ellas.
Según Carmen sucedió cuando las dos iban por los pueblos del Meta buscando en las alcandías ganarse unos pesos con la venta de sus obras y de sus charlas sobre la cultura llanera.
Fue en la región del Ariari en algún sector con presencia guerrillera. Las dos en flota ya regresaban a Villavicencio. De pronto en el camino había retén de las Farc y los pasajeros tuvieron que bajarse.
Uno de los guerrilleros le preguntó a Silvia que quién era y su oficio. Le respondió que escritora. Entonces el insurrecto le dijo que ellos necesitaban a alguien que les escribiera sus historias, que los acompañara unos días al campamento para que las escuchara.
Ante esta propuesta los nervios la cundieron y como mecanismo de defensa le dijo que no podía porque la mamá estaba muy anciana y enferma y que ella la atendía; además responsable de algunos de sus hijos menores.
Que en cambio su amiga Carmen sí podía colaborarles porque también era escritora y no tenía ni marido ni hijos.
Es de suponerse la reacción de Carmen, por el gesto de su amiga y compañera de tareas culturales. Al final nada pasó y llegaron bien a su destino.
Aquella tarde de más anécdotas y muchas risas Carmen Martínez A. quedó comprometida para recoger en una publicación historias de Silvia narradas incluidas las de esa tarde.
En la víspera de la fecha de San Pascual Bailón de 2014, 16 de mayo, a un numeroso grupo de amistades de la cultura metense la recordada escritora le presentó adelanto del que sería su nuevo proyecto editorial con el título Los niños de ayer, los Maestros de hoy.
Tanto el enfoque de su trabajo como el poder de convocatoria me dejaron lelo. A pesar de los quebrantos de salud que la limitaban físicamente, Silvia anunció que para julio de mismo año estaría listo su homenaje a quince reconocidos artistas del joropo de Arauca, Casanare, Meta y Vichada, a quienes les habían solicitado escribir sus cuitas infantiles y también sus inicios y realizaciones en el campo del folclor musical y de baile llanero.
Sabedores de su particular gusto por el joropo “Cajón de Arauca apureño”, todos a capela se la cantamos, ella también lo hizo. Al salón llegó enferma y pronto se alivió por la compañía de tantos cultores y gestores culturales llaneros. Con esa canción el recinto de la biblioteca Germán Arciniegas además de voces se llenó de sentimientos y de aplausos.
Espero no equivocarme al decir que quizá esa fue su última aparición pública porque casi tres meses después vencida por los males la llanera escritora dejó este mundo. El deceso ocurrió en clínica de Bogotá el 30 de agosto.
Su velación se cumplió en el auditorio de la Biblioteca Municipal Germán Arciniegas de la capital del Meta. En ese mismo lugar ella estuvo muchas veces como figura central, recuerdo cuando presentó una de sus obras y al escenario llevó una florecida mata, creo que era de Malabar ahora nada común en los jardines, porque la trama de la novela hace alusión a dicha perfumada especie botánica.
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Hace falta Silvia, quedaron muchos escritos pendientes sobre las tradiciones llaneras, y solo ella sabía manejarlas.
Oscarbón: este es su primer trabajo escrito despues de darnos la noticia de que, al terminar su actual contrato con Unillanos pasará a acompañar a tantos amigos en el club de los espíritus puros, el club de los merecidamente pensionados tras largos años de servicio a la sociedad y la región llanera. Este honenaje a nuestra inolvidable Silvia nos confirma que, retirado de la esclavitud laboral, seguirá acompañándonos en el encantador mundo de la cultura. Cuente con nosotros.
Gracias excelentisimo Oscar por guiarnos en los frágiles caminos de la memoria.
Silvia Aponte gran llanera, artista y amiga. Dios la tenga coronada de Gloria.
Interesante narrativa de doña Silvia, ella siempre a través de sus escrito dio a conocer la cultura e idiosincrasia del pueblo llanero.
Gracias Oscar, recibo este escrito cargado de emoción y de memoria como un gran regalo por mi cumpleaños hoy; Escritos como este reconfortan el dolor silencioso, casi oculto pero siempre presente que causa su partida, la extrañamos, por que además, si fue excelente escritora y narradora de su ser del llano, fue aún más grandiosa como ser humano, a Dios gracias fui parte de su corazón y ella aún sigue siendo parte del mio.