“Fue el profesor holandés Thomas van der Hammen, integrante de la misión científica en Chiribiquete, quien en el año del V centenario del encuentro de dos mundos al lugar le dio el nombre de Capilla Sixtina de la Amazonia”
El amazónico extenso Parque Natural Nacional Chiribiquete está localizado entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, hace parte del sistema del antediluviano Macizo Guayanés.
En el año 1992 dos expediciones científicas interdisciplinarias conformadas por investigadores colombianos y españoles estuvieron en la Serranía de Chiribiquete. Uno de los resultados fue el descubrimiento de huellas pictóricas dejadas por los primitivos moradores del distante sistema geológico de nuestro país.
De lo anterior el diario El Espectador informó bajo el título La herencia de Chiribiquete artículo aparecido en la edición del domingo 28 de febrero del año siguiente.
Dada su importancia a continuación transcribo algunos párrafos de la nota periodística redactada por Winston Manrique Sabogal en 1993, del mismo modo del archivo de dicha casa editorial utilizo la anterior fotografía tomada por Juan Manuel Rengifo.
Los investigadores que fueron hasta Chiribiquete en el año del V centenario del encuentro de dos mundos se sorprendieron y maravillaron con los cerca de veinte mil motivos de pinturas, estampados en los 34 abrigos rocosos que lograron hallar.
“…. Hasta que por fin, a los 500 metros el sitio buscado: al instante, una gran maraña, ocre, rojo y amarilla; pero a cada paso por una cornisa de seis metros de ancho extendida a lo largo de 180 metros, con huellas de fogones, muestra múltiples pinturas narrativas asociadas a estilos naturalistas y seminaturalistas: escenas de cacería, rituales, paisajes, manadas y bandadas de animales, danzas completas, plantas y personajes parecidos a chamanes que suman aproximadamente 8.500 que alcanzan los seis metros. De ahí para arriba roca, y más allá las melenas de la vegetación venida de la meseta”.
Página de El Espectador del domingo 28 de febrero de 1993, desde entonces guardo ese documento.
“..Se lograron recolectar 11 plantas nuevas para la ciencia .En total se coleccionaron 826 correspondientes a 88 familias”.
“Se detectaron 69 especies de aves, y se coleccionaron 32 de 18 especies., un colibrí de los cuales probablemente es nueva especie. Además se recogieron 76 muestras de insectos pertenecientes a siete familias.
También se identificaron cuatro nuevos reptiles y anfibios de los géneros Hyalinobatrchium, Eleutherodatylus, Ameiva y Kentropyx y un registro excepcional del orden Crocodylia -Paleosushu trigonatus.
Hay un claro predominio de los primeros, de los cuales se identificaron 21 especies, y de anfibios 10.
No se encontraron especies endémicas y/o características de los tepuyes venezolanos, muy parecidos a los colombianos. Solo un silencio parecido”.
La magnitud del maravilloso arte rupestre con el que se encontraron y extasiaron los investigadores que a la Serranía de Chiribiquete fueron en 1992, llevó al naturalista profesor holandés Thomas van der Hammen, integrante de la misión científica, a darle al lugar el nombre de Capilla Sixtina de la Amazonia tal como se lee en la imagen que hace parte del texto publicado por El Espectador en febrero de 1993.
Ante la lejanía del Parque Nacional Natural Chiribiquete existe la alternativa de visitar cercanas evidencias arqueológicas que seguramente guardan relación directa con las que hay en esa serranía.
Corroboran lo anterior la primera, esta y la última fotografía que ambientan mi nota periodística con enfoques ambiental y cultural.
En área no urbana del municipio de San José de Guaviare hay dos sitios a los que se puede ir en plan de turismo de naturaleza y de cultura. Son sus nombres Nuevo Tolima y Cerro Azul en la exuberante serranía de la Lindosa. Cercanos están de la capital guaviarense.
En la inicial semana del año 2020 quien esto escribe estuvo en el segundo atractivo destino, Cerro Azul. Un poco antes de coronar su altura los senderistas comienzan a encontrarse con trazos pictóricos en las rocas por lo general de color blanco.
Las obras van aumentando a medida que se llega a la cima en donde los reciben grandes murales tupidos con cientos de definidas figuras humanas, animales, vegetales y geométricas de diferentes volúmenes y tamaños.
El contemplativo recorrido a cielo abierto es por una larga galería de arte rupestre que concluye con magnas sorpresas.
La verdad es que uno queda lelo y maravillado ante tanta belleza elaborada por ignotos habitantes del lugar, al menos así me pasó. Lo muestran la anterior y la siguiente foto que ese día allá tomé.
Frente al cúmulo de figuras hechas en remotos siglos empieza uno a analizar acerca de la capacidad de abstracción, métodos, técnicas, materiales, pinceles y herramientas utilizadas. En conclusión, valorar los admirables niveles de inteligencia, ciencia y tecnología que tuvo esa civilización.
También, atreverse a interpretar lo que comunican tantos pictogramas individuales y colectivos, en su mayoría de colores rojo y ocre.
Luego de la lectura a este artículo complementada con las fotografías de los murales arqueológicos de la Capilla Sixtina de la Amazonia y de Cerro Azul se puede viajar al recóndito pasado y realizar ejercicios de acercamientos para reflexionar y tratar de encontrarle respuestas a las incógnitas que guardan dichas rupestres pinturas.
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