“Hace 240 años el caño llamado Pachaquero o Pachaquiaro fue importante puerto de embarque y desembarque en la navegación internacional por los ríos Meta y Orinoco”.
Con intención dejé en conserva esta crónica para hacerla pública en momentos previos a la celebración del aniversario oficial de Villavicencio, es decir el 6 de abril.
Todo el sustento me lo brinda el libro Descubrimientos y Caminos de los Llanos Orientales cuyo autor es del reconocido historiador colombiano Roberto Velandia, obra que Colcultura le publicó en 1987. En el libro de 303 páginas he encontrado añejos datos muy interesantes relacionados con la historia de territorios llaneros, como los que conforman este artículo acerca de parajes en lo que ahora es jurisdicción villavicense.
Me valgo de los testimonios de cuatro viajeros quienes por el túnel del tiempo nos regresan más de dos siglos. Como antes lo dije, la información la tomo textual y en orden cronológico, corresponde al trabajo investigativo del doctor Velandia.
En julio de 1759 el Comisionado de Límites coronel Eugenio de Alvarado le envió carta al Virrey Solís en la cual le propuso la construcción del camino entre Cáqueza y los llanos de Apiay. Algunos apartes de dicha misiva son los siguientes:
“De la boca del río Negro hasta la boca de la quebrada que llaman de Pachaquiaro, se navegan tres días y uno por Pachaquiaro, en donde está el puerto distante seis leguas de camino llano, hasta el pueblo de Apiai en cuyo espacio se encuentra la hacienda llamada de Apiai, propia del Colegio de Padres de la Compañía de Jesús de Santa Fé.
En este puerto de Pachaquiaro en la propia orilla puede el Situadista dejar su embarcación y bogas que trae de Guayana, así como hace en el Puerto de Casanare, interin que él va y vuelve de Santa Fé….”.
“En la dicha hacienda ó en el pueblo de Apiai, encontrará el Situadista las bestias de carga y silla que necesite para Santa Fé, y en el camino solo pondrá cinco días sin el menor riesgo; pues solo tiene que pasar por taravita el río Negro hacia sus cabeceras.
Este camino de Santa Fé a Apiai, es el que yo hice abrir para atravesar la Cordillera Oriental, que media entre Santa Fé y los grandes Llanos de San Martín y San Juan”. (Página # 86).
El explorador y viajero Antonio de la Torre Miranda entre septiembre de 1782 y mayo de 1783 realizó recorrido partiendo de Santafé hasta el río Meta y por este al Orinoco. De su relación de viaje son los siguientes extractos:
“El río Meta tiene por puertos cuantos ríos y caños desaguan en él en tiempo de invierno, pero los más comunes son el de Pachaquero en el río Negro que nace en la cordillera de Santa Fé, que siguiendo de dicha capital por Chipaque a Caquesa, Estagico, la Laguneta, á pasar la taravita del río Negro, siguiendo a las quebradas de Susamaco, la de Pipiral y por el cerro de Buenavista á bajar a Apiay y de allí a la quebrada del puerto de Pachaquero, viaje de doce días con cargas que embarcándose en dicho puerto de Pachaquero, un día se llega al río Meta…” (Páginas # 134 y 138).
Don Juan María Romero recorrió por geografías de la región en el año 1801 y dejó las siguientes descripciones:
“Viaje que hizo Don Juan María Romero, desde Guayaquil, por Bogotá, el Meta, el Apure, hasta el pueblo de Cabruta, y de por aquí por el interior hasta Caracas, en 1801. Tres caminos hay para ese viaje”.
“El tercero es por Cáqueza á los Llanos de San Martín por Apiaí, a embarcarse en el río Meta en el puerto de Pachequero y seguir hasta Cabruta..”.
Esta opción fue tomada por el viajero, quien el 12 de julio salió desde Santa Fé con llegada a Buenavista el 23 del mismo mes. El inicio de la siguiente jornada así la contó:
“El 24 después de una bajada de piedra, se llega al llano i se entra en una montañuela bastante larga con su poco lodo i charco que incomodan lo suficiente. En medio de ella está el río Ocoa, correntoso i que sabe detener el paso con solo que esté un poquito crecido. A la salida de la tal montañuela entra uno en el Apiai, todo llano i limpio, con cielo hermoso; i a la primera casa que hallé, donde dormí, tardé nueve horas i media.
El 25 después de tomar un guía, que me costó doce reales, i otros doce los tres caballos para los peones, llegué a un Hato a las cinco horas de camino.
El 26 a otras cinco horas al puerto de Pachaquero”. (Páginas142 y 147)
En el año 1811 el religioso Don José Cortés de Madarriaga, de origen chileno y con domicilio en Caracas, desde Santa Fé el 14 de junio emprendió regreso a la capital venezolana por el camino del Meta. Luego de descender de Buenavista hizo la siguiente descripción:
“Apiay es el primer punto de las llanuras que se extienden desde el fin de la cordillera de Cundinamarca hasta las costas del Océano Atlántico; y cómo recibe las aguas que descienden de la misma cordillera, su territorio es fertilísimo y regado en diferentes direcciones por caños y ríos perénnes en todas las estaciones del año.
Estos caños y ríos, cubiertos de robustos y corpulentos bosques, forman un contraste imponente con las llanuras que los circundan, haciendo en parte menos sano el clima, por defecto de ventilación, especialmente en el tránsito de Gamelote para salir á Apiay; lo que se remediará derribando los bosques anegados por el río Ocoa, que derrama en el espacio de siete leguas.
Las producciones de Apiay son de caña de azúcar, arroz, maíz, yuca, melones, sandías y otras especies de calabazas. El ganado vacuno y caballar se creía con mucha lozanía y se propaga prodigiosamente. Entre los animales silvestres se crían los mismos que en los valles precedentes, á excepción de los buyos, babas y tortugas, de que abundan los ríos y caños de Apiay. Con menos trabajo del hombre, que en muchos puntos del globo, se cogen abundantes cosechas tres y cuatro veces por año.
Su población en cerca de doscientas leguas cuadradas se reduce á cincuenta y tres personas de todas edades y sexos”.
“En el sitio de las once casas que contienen las cincuenta y tres personas referidas, se debe fundar un pueblo que auxilie a los negociantes de Venezuela que hagan tráfico de Santafé para proporcionarles caballería y víveres hasta la capital, aunque ahora no faltan esos recursos, con alguna molestia para buscarlos en los caseríos dispersos en la llanura.
Convendría que se estableciese otro pueblo a las orillas del caño Pachaquiaro que es el límite del territorio de Apiay en donde hubo misión de indos hasta el año ochenta del siglo anterior, de la cual subsisten de dos o tres naranjos y algunos árboles de cacao.” (Páginas: # 151, 152 y 153).
A partir de los anteriores relatos establezco las siguientes deducciones:
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Muy interesante tu artículo Oscar. Y más para la historia de Villavicencio.
Buen día Oscar y demás personas, que acompañan con sus comentarios a nuestro gran historiador amigo.
Resulta fascinante este artículo, felicitando a Oscar, por este nuevo aporte a la historia de mi querida ciudad que me acogió para mi ejercicio profesional. Lo anterior , porque cuenta con muy buenas bases bibliográficas , rescatando el puerto de embarque y desembarque de la navegación internacional llamado Pachaquiaro, así como la localización que fue estratégica de Apiay, donde tiene su asiento, la historia del hato ganadero y la agricultura de los jesuitas. Coincido plenamente con lo que afirma, de la similitud de Gamalote nombrado por el padre Cortés de Madarriaga y Gramalote, que hoy es Villavicencio.
Felicitaciones Oscar por esta nota de interés para la memoria local y regional,al igual a todas las anteriores salidas de su pluma. Si es triste que eventos y hechos como los que usted y unos pocos narran,sean “el Pepe grillo” de la clase dirigente,que no se preocuparon y preocuparan por las bondades y riquezas que este sector de la geografía, tenía para el futuro del estado como lo narraba Emiliano Restrepo Echavarria. Nuevamente felicitaciones por interesante artículo.
Muy importante conocer nuestro territorio, quienes somos, a dónde estamos.
La verdadera historia es memoria viva que debemos preservar
Maestro Oscar:
Antes que nada gracias por su agradable e ilustrativo artículo, lleno de valiosos datos históricos que sin la menor duda dan una buena imagen de lo que en esas ya lejanas épocas se vivía en estos territorios.
La importancia evidente de Pachaquiaro como “puerto”, los tiempos de los recorrido, algunas descripciones ambientales y tantos otros datos que nos ponen a mirar desde allá el acá tan cambiante.
Gracias de nuevo y por favor siga en su noble labor que tanto nos beneficia a todos.
Doy gracias a quienes han expresado sus amables opiniones sobre la crónica histórica local.
El diccionario de la RAE dice lo siguiente sobre la palabra Gamelote que cito en mi crónica relativa a añeja historia villavicense:
“Gamelote: Planta forrajera de las gramíneas, de hojas muy largas, que crece en las regiones cálidas”.
Oscar me apasionan tus escritos. Es un Placer conocer sobre cómo nuestro territorio inicialmente fue un lugar de paso y refugio para tantos viajeros y finalmente terminó albergando a nuestros primeros habitantes. Gracias por tan agradable publicación. Se disfruta tal lectura 🤠
Oscar, también hay que tener en cuenta, que por esa época los viajeros que llegaban a los Llanos, casi nunca colocaban los nombres correctos de lo que iban conociendo. Es muy seguro que en su recorrido cuando entró en las sabanas de Gramalote, olvidó colocar Gramalote y colocó Gamelote. Eso se ve muy común en las crónicas y relatos de todos los escritos en el Llanos por cronistas e historiadores.
Buen día profesor Óscar, muy buen articulo. Quisiera comentarle que en un mapa del año 1816 del ejercito expedicionario se ubica a “Gamalote” junto a la quebrada de Parrado; igualmente hay documentos relacionados a la reconquista donde se da mención de Gramalote, así como la exploración de Jean Baptiste Boussingault en 1824. Saludos profe.
¡Felicitaciones Oscar!
Excelente artículo que nos permite recuperar gran parte de nuestra historia.
Le sugiero ponernos en la tarea de elaborar y socializar un texto que nos permita tener a disposición de las presentes y futuras generaciones todos estos datos y eventos que hacen parte no sólo de nuestra historia sino también de nuestra identidad.
Para hacer esa tarea cuente con mi apoyo integral.
Esto da pie para una nueva 8nvestigación, sobre la verdadera edad de formación del pueblo o parroquia de Apiay, más tarde Gramalote y hoy Villavicencio. Gracias nuuevamente Oscar por traer a colación esta importante investigación sobre la ocupación del territorio comprendio y llamado anteriormente Apiay.
Respetado Oscar, como siempre usted trayendo la historia para reflexionar. Leyendo su crónica me sugiere que Villavicencio como la ciudad que resultó de estos procesos tuvo la disyuntiva de ser una ciudad de autodesarrollo regional, con base económica propia si se hubiera desarrollado alrededor de Apiay, con su economía agrícola y su puerto de transporte. La decisión por Gramalote la dio la función de posada de arribo y de inicio del camino a Santa Fe. Ganó la necesidad de los servicios y facilidades para abrir los Llanos imprimiendo el carácter y la identidad de población flotante multicultural y haciéndola tan dependiente de la Capital. Un abrazo