Los páramos de la Orinoquía y los Andes Orientales

“Los páramos son andinos y a su vez orinoquenses, de ellos se desprenden miles de hilos de vida que se entretejen una vez han desmontado las nubes que se enredan entre ellos y en sus alfombras verdes y marrones. En ellos se determina el mayor recurso y tesoro con el que cuenta nuestra soberanía: el agua”.

Imponente vista de la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán cuya influencia abarca territorios de Boyacá, Arauca y Casanare (Foto tomada por Nelson Cabrera Pérez)

Los páramos son andinos y a su vez orinoquenses, de ellos se desprenden miles de hilos de vida que se entretejen una vez han desmotado las nubes que se enredan entre ellos y en sus alfombras verdes y marrones. En ellos se determina el mayor recurso y tesoro con el que cuenta nuestra soberanía: el agua. 

Sin su existencia y su capacidad para absorber, retener y liberar a cuenta gotas el líquido vital no habría sido posible la existencia de las ciudades que hoy en día tenemos, los cultivos y animales de los cuales nos alimentamos y nuestras maneras más básicas de felicidad que están en una ducha fría, en una piscina o un río refrescante o en un vaso de agua fresca con sabor a montaña. Sin su existencia los valles y llanos no serían lo que son, como los vemos y concebimos con sus abundantes recursos, con sus aguas conectando pueblos, vidas, sueños. 

El emblemático Frailejón, nombre científico Espeletia, es una de las muchas especies botánicas propias de las zonas de páramo. (Foto: Óscar A Pabón M) 

Las altas cumbres donde han aflorado los más agudos pliegues de nuestra tierra han dejado en muchos lugares desnuda la roca que solitaria se resiste a los embates del viento y el frío, algunas de ellas están cubiertas por hielo, un blanco perpetuo y milenario que aún está presente en el pico más alto de nuestra cordillera oriental, el Ritak’uwa blanco a 5.380 metros sobre el nivel del mar. 

Su nombre no es fortuito, es la casa de los creadores, de quienes han organizado este mundo para la existencia de las personas. En el pensamiento indígena los nevados son sagrados como lo debería ser para todos los humanos, en el pensamiento mítico del pueblo U´wa los creadores tienen tres casas principales, una en la Sierra Nevada de Santa Marta, otra en la Sierra Nevada de Mérida y otro en la Sierra Nevada del Cocuy o Güicán. 

Los werjayá o guías espirituales en algún momento de su vida iban a visitarlos desde sitios tan distantes como las sabanas araucanas o apureñas, cuando los viajes eran por caminos milenarios sin ciudades ni peligros, cuando andar era parte del universo mítico de lugares, dioses, mandadores, regidores y custodios. Se dedicaban días para atravesar montañas y visitar parientes, pero con el fin último de llegar a los sitios icónicos de la espiritualidad. Esos viajes eran los mismos del cóndor, los caminos de los ancestros y de los demás seres que están en la naturaleza. 

Los páramos son fuente de sabiduría, que es la misma fuente de la vida, a ellos se va a meditar, a hablar con los creadores, de allí muchos mitos atribuyen el origen de los seres humanos como los que describieron los españoles para algunas lagunas y a ellas se les ofrendaban no solo los buenos pensamientos sino también las piedras preciosas y el oro tras el que venían los saqueadores. Y es que para los españoles era inentendible el culto a la naturaleza, al agua, la codicia era lo único que les llevaba a estas lagunas como la de Guatavita, Tota o Iguaque, sin entender que ellas mismas eran el tesoro, de allí emanaba toda la riqueza de esta tierra. 

Los grandes ríos que hay en los llanos nacen en los páramos como el Guatiquía en Chingaza, el Upía en la laguna de Tota, el Cusiana en Toquilla, los Cravos en el área de Pisba y el Arauca en el macizo del Parque Nacional Natural Nevado del Cocuy. 

Del embalse de Chuza que es tributario del Guatiquía se desvían parte de sus aguas a la cuenca del Magdalena para abastecer a parte de la ciudad de Bogotá, igual situación sucede con parte de las aguas del lago de Tota al cual se le extraen aguas que deberían ir al Upía, para abastecer el valle del Sugamuxi. 

Desagüe natural de la laguna de Chingaza que a la vez se convierte en el nacimiento del río Guatiquía. En su descenso recorre territorios de los metenses municipios de San Juanito, El Calvario y Villavicencio (Foto: Óscar A Pabón M).

Tal vez estos datos en la región de la Orinoquia pasan inadvertidos porque la recarga hídrica de todo tipo de quebradas y ríos tributarios que nacen en las partes altas de la cordillera hacen que parezca irrelevante la cantidad de agua que se desvía. Y es que a los páramos se les ha intervenido sin entender su relevancia ambiental y cultural, de ellos han extraído minerales, se han desarrollado proyectos de infraestructura, se ha potrerizado, sin tener en cuenta la fragilidad del ecosistema.

Adicional a las consecuencias de lo anteriormente descrito están las que va dejando el cambio climático el cual está siendo particularmente devastador en los ecosistemas de páramo. La vegetación de las altas cumbres andinas es frágil, su crecimiento es muy lento dadas las condiciones del ambiente, la mayor parte de las plantas son endémicas y su dispersión se reduce a sitios que superan los 3.000 metros sobre el nivel del mar por lo común, es decir que el área que ocupan en Colombia es pequeña en comparación con el resto del territorio del país. 

Recientemente los prolongados veranos hacen que los páramos estén más expuestos a la devastación por el fuego, la nieve ha retrocedido a puntos en que tan solo ha quedado el macizo rocoso en la mayor parte de donde había cumbres nevadas, por otra parte, la desaparición del páramo ha llevado a que ascienda a mayores alturas actividades humanas como la ganadería. 

No se puede despreciar la población de páramo, su altura, temperatura, dinámicas atmosféricas han llevado a que la gente que allí habita desarrolle capacidades adaptativas que les han aumentado sus glóbulos rojos y su capacidad pulmonar, todo esto ha sucedido en prolongados periodos de tiempo que una generación tras otra ha llevado a los campesinos de páramo a heredar estas condiciones. 

Hoy en día los páramos han pasado de ser sitios sagrados donde se concentraban actividades rituales de poblaciones nativas a lugares donde se ejercen actividades productivas que van deteriorando su carácter principal que es regular la producción de agua por el afán de los campesinos y colonos de incrementar las actividades productivas y las ganancias económicas. 

Paisaje del páramo de El Almorzadero en donde fluyen aguas que al discurrir contribuyen con el origen al río Arauca. (Fotografía de Nelson E. Cabrera P.)

Andinos y llaneros estamos en deuda con nuestros páramos y sus gentes, y gran parte de nuestra salud y calidad de vida depende del bienestar de la gente que allí habita y el ecosistema que les rodea. 

Como lo manifestó el presidente Gustavo Petro en el municipio de Málaga (Santander), los campesinos de páramo tienen derechos pero también deberes sobre las áreas que ocupan, encontrar la armonía entre la producción y manejo sostenible de estas áreas estratégicas implicará una toma de conciencia de todos los colombianos, tanto de los que nos beneficiamos de los servicios ambientales que nos ofrecen, como de las poblaciones locales que deberán dar un manejo más racional y menos capitalista a sus formas de concebir la vida, el territorio y la producción.


Nota: el autor de este ensayo, Nelson E. Cabrera Pérez, es sogamoseño y Antropólogo de la Universidad Nacional con trabajos de investigación en campo tanto en territorios de alta cordillera oriental como en sectores llaneros.

Una respuesta a “Los páramos de la Orinoquía y los Andes Orientales”

  1. Soraya Yunda Romero dice:

    Gracias Oscar, por darnos a conocer este magno ensayo del Antropologo Nelson Cabrera, el cual reune el recorrido por el ecosistema de nuestros páramos y rios.

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