Rasgos humanos de Bolívar

“Bolívar no tiene más de cuarenta y cinco años, pero se ve bastante más viejo: la explicación es la vida que ha tenido que llevar. Su figura es más bien pequeña y delgada”.

En su adolescencia Simón Bolívar rumbo a España hizo escala en el mexicano puerto de Veracruz. Un espacio público de la capital azteca con esta escultura lo recuerda. (Foto: Óscar A Pabón M.)

El presente artículo compila apreciaciones y anécdotas que permiten acercamientos al Simón Bolívar humano, nuestro glorioso Libertador fallecido en diciembre de 1830 cuando apenas tenía cuarenta y siete años de edad.

Durante el periodo comprendido aproximadamente entre 1818 y 1830 llegaron a Colombia numerosos viajeros europeos –diplomáticos y científicos- quienes asistieron y vivieron momentos de pre y pos independencia.

Algunos conocieron y trataron al Libertador y opinaron imparcialmente sobre su personalidad de la cual dan cuenta con narrativas que en libros publicaron, de los cuales se toman la mayoría de las citas que hacen posible esta crónica.

En la pila bautismal recibió el nombre de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad un niño caraqueño nacido el 24 de julio de 1783. Cuarto hijo en el acomodado hogar de José Vicente Bolívar y Ponte –Marqués de San Luis, Caballero de Santiago y Coronel de Milicias del Valle de Aragua- y doña Concepción Palacios y Blanco.

El infante fue amantado por la dama cubana Inés Mancebo de Miyares, ante la imposibilidad de su progenitora. Al quedar huérfano de papá a los tres y de mamá a los nueve años Simón creció sin afecto paterno, situación que hace de él un niño rebelde apoyado siempre por la ternura y compresión de la negra Hipólita.

De Inés y de Hipólita nunca se olvidó, por el contrario en todo tiempo les guardó gratitud. A quien lo alimentó en sus primeros meses en 1827 le evitó la confiscación de sus bienes y a su “madre Hipólita” en 1823 le asignó una pensión de $30 pesos incrementándola cuatro años después a $49.

Andando en los dieciséis años hizo su primera salida al exterior con destino final en España con la meta de continuar sus estudios. Al tocar el puerto mexicano de Veracruz le dirigió carta a su tío Pedro Palacios, uno de sus apartes dice:

“Estimado tío mío: Mi llegada a este puerto ha sido felizmente, gracias a Dios: pero nos hemos detenido aquí con el motivo de haber estado bloqueada la Abana, y ser preciso el pasar por allí; de sinco navíos y onces fragatas ingleses…” (sic) (1)

“Curiosamente quienes han comentado este texto se han limitado casi siempre a señalar los detalles de su azarosa ortografía, tan poco digna de quien había sido discípulo de Andrés Bello. Sin embargo, cabe anotar, cómo tras de su ingenua y desordenada escritura se traslucen diferentes rasgos del mozalbete que la escribe. Ante todo, el entusiasmo con que estrena en aquel viaje su libertad, lejos –¡por fin!- de la disciplina y rígidas normas de severos tutores e incomprensivos familiares..” (2)

Parece ser que su vida amorosa inició durante la escala en México. Allí flecha con su natural trato a la rubia María de Velasco quien le aventajaba en años, era hermana de la marquesa de Uluapa. A los diecinueve años se casó en Madrid con María Teresa Rodríguez del Toro, de quien enviudó un año después en Caracas.  

Siempre se ha hablado de su carácter enamoradizo y lo siguiente lo corrobora:

“Suele ser muy galante con las damas, las que, de cualquier forma, no demuestran demasiadas reservas ante el Libertador” (3) y “Tiene demasiada debilidad por el sexo débil, lo que podría llevarle a acabar sus días de modo trágico (4).

A pesar de tantos devaneos amorosos no se sabe de haber dejado hijos, al menos no reconoció a ninguno en su testamento. Los escasos bienes se los dejó a sus dos hermanas y a sus sobrinos hijos de Juan Vicente su fallecido hermano.

En la vida militar no son desconocidos los roces que tuvo con el general Santander: “Celoso, Bolívar ha tenido aparte y casi bajo sospecha a Santander. Y sin embargo, ¡cuán digno era de su entera confianza” (5)

Al adentrarnos seguidamente en el comportamiento humano del Libertador, se notará su carácter explosivo y/o temperamental.

“Sí Bolívar ha hecho lo que muy pocos han hecho, y si continúa en el camino que hasta ahora ha recorrido, pasará entre los héroes más puros y más predilectos de la independencia de los pueblos. Pero tiene un ánimo demasiado exaltado y es muchas veces casi cruel” (6)

“Bolívar no tiene más de cuarenta y cinco años, pero se ve bastante más viejo: la explicación es la vida que ha tenido que llevar. Su figura es más bien pequeña y delgada, aunque sus extremidades son bien proporcionadas. Es dueño de una fuerza y agilidad poco comunes. Su cara es alargada y está adornada con unos ojos oscuros, llenos de vigor y una nariz grande y curva.

Su pelo es liso y negro, al igual que sus bigotes y patillas. La piel está curtida por los vientos. En general reina en todo su cuerpo una seriedad segura y de grandeza, mezclada con algo de meditación. Su figura, cuando se encuentra rodeado por amigos resalta por su bondad y viva alegría” (7)

“Entre sus fallas se puede señalar el humor demasiado cambiante, que muchas veces le lleva a excesos que llegan a herir a sus interlocutores. Tras recuperarse, suele apenarse y pedir disculpas a quien haya sido ofendido por sus arrebatos” (8)

En el parque central de la ciudad de Arauca se localiza el busto en mármol italiano del Libertador, obra artística donada el 20 de julio de 1921 por ciudadanos extranjeros con domicilio en esa capital. (Foto: Óscar A Pabón M.)

Al iniciarse en las luchas de independencia era Bolívar una persona exigente en su presentación personal, dentro de la carga de las batallas varias bestias cargaban sus lujosos ajuares. Con el correr de la guerra y ante las dificultades olvidó estos detalles a tal punto que en cierta ocasión en Bogotá al brindar una comida le ocurrió lo siguiente:

“Cuando ya casi se servía la cena, se presentó ante él un coronel británico quien al hacer los cumplidos de rigor recibió de Bolívar la siguiente pregunta, usted es mi mejor coronel ¿cómo es posible que tenga la camisa tan sucia en una cena de tanta esplendidez?, el coronel respondió que lo lamentaba mucho pero que no tenía otra camisa. El Libertador se sonrió y ordenó a su mayordomo que le entregara una camisa al coronel.

El mayordomo dudó y miró avergonzado a Bolívar. Al notar este la duda, se molestó y le preguntó por qué no se hacía lo que él ordenaba. El sirviente ya no pudo evitar dar respuesta y balbuceó: Su excelencia no tiene más que dos camisas: la que tiene puesta y la que está en el lavado” (9)

Alguien dijo que a Bolívar no le gustaba oír corridos llaneros porque los tañíos del cantante le mal recordaban los cantos españoles. Si la música llanera no era de su agrado parece que tampoco lo fue el carácter rudo del hombre de las planicies a juzgar por lo siguiente:

“Bolívar venció a los españoles en Boyacá, pero nunca se sintió a gusto entre los llaneros. Como otros oficiales criollos que peleaban en las sabanas, él admiraba la valentía de los vaqueros pero desdeñaba sus malas maneras” (10)

El ciudadano Libertador rara vez cuidaba su salud. En cierta ocasión de manera inoportuna un visitante fue testigo de embarazoso estado y así lo describió:

“Llegamos a la quinta nos recibió en el salón una señora llamada Manuela Sáez, la misma que en la noche del 25 de septiembre de 1828 había expuesto con tanto valor su vida para salvar la del Libertador; nos dijo que aunque éste estaba mal y se había purgado por la mañana, iba a informarle de nuestra visita y a enterarse de si podía recibirnos.

A los pocos minutos apareció un individuo de cara larga y amarillenta, enclenque de aspecto con gorro de dormir, envuelto en una bata, en zapatillas y cuyas piernas le flaqueaban dentro de unos pantalones de franela muy anchos; en una palabra, con el verdadero traje del pobre Argan como lo describe Moliére en el Enfermo Imaginario y que parecía más indicado para ir al ropero que al encuentro de una visita” (11)

Dentro de la copiosa iconografía de Simón Bolívar este óleo lo refleja quizá en la fase final de su vida. La obra pictórica firmada por Rengifo en 1961 es propiedad de la Casa de la Cultura Jorge Eliécer Gaitán de Villavicencio. (Foto: Óscar A Pabón M)

Poco a poco la salud desamparó a Bolívar y la amargura causada por el trato que recibió de sus contrarios le hirió su moral. De manera acelerada empezó a desmoronarse la vida del glorioso hombre: inteligente, temperamental, apasionado, danzarín, diestro nadador y jinete, conversador y anecdótico, de poco beber y comer.

Desfallecido llegó el miércoles 1 de diciembre de 1830 a la quinta San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, sitio en donde transcurrió su agonía. Lo atendió el doctor Alejandro Próspero Reverend quien en una historia clínica de tres boletines describió los padecimientos finales del mortal Libertador. Durante esos días tuvo como dieta alimenticia al comienzo sagú, pollo y caldo. Al final solo sagú.

El viernes 17 de diciembre a la 1:00 pm se produjo el deceso del Libertador. Ese mismo día a las 8:00 pm el doctor Reverend practicó la necropsia al cadáver. El lacónico dictamen médico en sus apartes finales reza:

“Es fácil reconocer que la enfermedad de la que ha muerto S.E. el Libertador era un principio de catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado, pasó al estado crónico, y consecutivamente dejeneró en tipsis tuberculosa” (sic) (12)

Quien esto escribe en el año 1980 visitó la quinta de San Pedro Alejandrino y le escuchó decir al guía del museo histórico que las únicas pertenencias de Simón Bolívar eran los botones metálicos de una de sus chaquetas, expuestos en una vitrina, ya que luego de su muerte y como medida de prevención sanitaria sus prendas fueron incineradas en uno de los patios de la propiedad.

Citas bibliográficas:

  1. DE ZUBIRÍA Ramón, Breviario del Libertador, Medellín Editorial Bedout S.A, 1983, p. 11
  2. DE ZUBIRÍA Ramón, Breviario del Libertador…, p 9
  3. GOSSELMAN Carl A, Viaje por Colombia 1825 y 1826, Bogotá DE, Banco de la República 1981, p. 340/41
  4. GOSSELMAN Carl A, Viaje por Colombia 1825 y 1826…. p. 341
  5. LONGHENA Mario, Memorias de Agustín Codazzi. Bogotá DE, Banco de la República 1973, p. 33
  6. LONGHENA Mario, Memorias de Agustín Codazzi……p. 32
  7. LONGHENA Mario, Memorias de Agustín Codazzi…..p. 340
  8. IDEM, p. 341
  9. IDEM, p. 341/42
  10.  RAUSCH Jane M., Bolívar en los Llanos Orientales. Revista Trocha #145, Villavicencio, octubre 1987, p. 18
  11.  LE MOYNE Augusto, Viaje y estancia en la Nueva Granada. Bogotá, DE. Incunables 1985, p. 134
  12.  GACETA DE COLOMBIA TOMO 5, Gaceta No, 501 domingo 30 de enero de 1831. Banco de la República.

Otra fuente consultada:

GOMEZ A. Horacio, Diccionario de la Historia de Colombia. Bogotá, DE, Círculo de Lectores, 1985.

Nota: Esta crónica por vez primera fue publicada en la Revista Trocha #150 de abril de 1988, Villavicencio.

Luego fue incluida en el libro Historias Arrebiatadas, compilación de textos del autor, editado en 1994 con el auspicio del Instituto de Cultura y Turismo del Meta. Para esta nueva versión le hice ajustes a su redacción.

Una respuesta a “Rasgos humanos de Bolívar”

  1. Eduardo Rozo dice:

    Buen artículo, sólo comentarte que en esa época generalmente el promedio de vida era de 50 años. Santander murió también de 48 años

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