Sin Educación Energética no es posible una sociedad que brinde a sus ciudadanos formas de bienestar equitativas y perdurables

“…y detuvieron las luchas callejeras cuando creyeron garantizado el funcionamiento perpetuo de sus esclavos eléctricos en particular las máquinas de sueños y abanicos eléctricos que les daban fáciles emociones prefabricadas y cierta comodidad a la hora del calor.”

(Tomado de “Por descuido de Gepetto” en Cuadernos de Peregrinación a la Evidencia, M. Gnecco. 2006 – 2021)

(Tomada de Google)

La enorme mayoría de la población al hablar desprevenidamente utiliza las palabras luz, electricidad y energía como si fueran mismo. Esto demuestra la poquísima de educación energética que en teoría debería servir, como sirve la educación higiénica con el lavado de dientes para evitar, caries, gingivitis, pérdida de piezas dentales y mal aliento. No es solo cuestión semántica, estas tres palabras tienen significados tan distintos que de interpretarse consecuentemente implicarían conductas personales y colectivas muy diferentes a las dominantes en la población en general y que conducen al despeñadero ambiental  llamado calentamiento global, sin saber muy bien porque se calienta.

Conductas sociales e individuales dominadas por actos inconscientes disfrazados (como siempre) por la continua queja debida al alto costo que cobran las empresas por luz, electricidad o energía.

Admito que resulta fácil llenarse de argumentos racionales a fin de abordar el asunto que intento exponer, y reconozco la completa inutilidad de tal empeño. Nadie en su sano juicio prefiere menos que más. Quizás lo aceptaban algunos personajes en la Grecia de Zenón de Citio; o en la monacal Edad Media europea; o en parajes recónditos de India cuando estos personajes preferían menos que más – menos posesiones; menos estímulos; menos lujos; abstinencia; prudencia; moderación; sensatez. Los llamaban Estoicos y aún perduran algunos en variantes que al parecer tienden a crecer.

Las sociedades mayoritarias en la actualidad andan por caminos diametralmente opuestos; la codicia resulta un valor que se estimula bajo la idea de que más es siempre mejor; que el fin justifica los medios; que el vivo vive del bobo; que antes de ser hay que tener; que el planeta es plano; que Jeff Bezos vende paquetes turísticos al espacio; y como ya estamos en Marte con algo de oxígeno podemos mudarnos de planeta si éste deja de servir. Un hedonismo social que contrasta con un llamado a la cordura en función del porvenir.

En medio de tal  bullicio resulta conveniente detenerse en un asunto que pasa desapercibido y causa enormes impactos sociales, ambientales y económicos: la Adicción Energética.

Esta adicción opera de manera similar a las drogas fuertes. Solo baste imaginar que se va la luz unas horas o un par de días !Qué tal una semana! Indudablemente sería un desastre. Más allá de los evidentes efectos masivos, resulta revelador observar la conducta de la persona sin luz, electricidad o energía por varios días, que se asemeja bastante a la de cualquier adicto sin acceso a su dosis: – creciente nerviosismo; conducta inestable entre agresividad y depresión; búsqueda incontenible de sustitutos; desorientación; confusión; crisis de pánico; convulsiones; agresión; y un largo etcétera de manifestaciones indudablemente destructivas de sí mismo y de otros, similar a cualquier síndrome de abstinencia

Luego queda por hacerse la pregunta ¿por qué resulta adictivo el consumo de  energía? Y mejor aún ¿para qué?

Entre los porqués habría que señalar que se cae en adicción grave cuando se supera el consumo habitual de una cierta cantidad. En otras palabras, cuando alguien utiliza más allá de una cierta cantidad de energía que le permitiría sobrellevar condiciones de vida, digamos, “equitativas”.

El adicto grave suele superar el consumo medio de los miembros de la sociedad en la que se encuentra. Es quien entra en crisis profunda cuando ocurre un corte eléctrico o desabastecimiento de combustibles. A menor consumo, menor profundidad de su propia crisis.

Otra causa para la adicción se debe a las alucinaciones que produce. Resulta cotidiano que con tan solo operar un interruptor se puede ingresar a universos mágicos, series fantásticas, viajes instantáneos en tiempo y espacio, formas y figuras placenteras, sonidos estimulantes, imágenes evocadoras…y se logra con bajos niveles de consumo de energía, o micro-dosis, de acuerdo con los artefactos que sirven como jeringuillas. En otras palabras, con poco se viaja suave.

Este aspecto es quizás uno de los más perversos porque está en manos de propagandistas, publicistas y encantadores de serpientes al servicio de gigantescos conglomerados que generan, transmiten y distribuyen electricidad/combustibles de tal manera que sus accionistas, capos y CEO satisfacen sus apetitos manteniendo y acrecentando el consumo de millones. Es más fácil darle la sopa una niña poniendo en sus manos un celular con juegos virtuales. Todo ocurre por los efectos placenteros energo-técnicos que atrapan su atención mientras le hacen comer la sopa sin su consentimiento, sin su conciencia, de manera inconsciente. Lo equivalente ocurre en millones de personas de todas las edades.

Juega entonces un papel protagónico un asunto psicológico tan poco difundido como comprendido: EL INCONSCIENTE, el individual de Freud y el colectivo de Jung.

El Principio de Placer freudiano ofrece una perspectiva de cómo operan las emociones y de qué manera el uso de ciertas formas y cantidades de energo-tecnologías contribuyen a que sean las emociones las que dominan el ámbito del uso/consumo de electricidad/combustibles. Basta un solo motivo para disparar una discusión familiar frente al tiempo de uso de un celular, computador o tableta sin que importe o importe poco el precio de la factura mensual.

Y ésta respuesta de consumo se ha masificado y convertido en modelo de conducta social inconsciente. De aquí los esfuerzos por garantizar elsuministro estable y continuo de fluido eléctrico/combustibles ocupen un lugar preponderante entre las prioridades socio-económicas del modelo de desarrollo en marcha. El negocio de la energía está entre los tres más grandes del planeta con las farmacéuticas y la especulación financiera.

Otro aspecto que demuestra lo adictiva que resulta la energía es la creciente demanda. Y no se trata únicamente de la demanda social producto de la suma individual. Es por el aumento sinérgico del consumo individual, personal donde se evidencia el efecto adictivo. El adicto necesita cada vez más. La dosis de ayer no basta, quiere más. Requiere aumentarla para satisfacer sus placeres. Y a la vanguardia el aparato publicitario y propagandístico manteniendo una creciente oferta de esclavos energo-electromecánicos que brindan cómodas emociones hedonistas.

“Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre” reza el dicho popular abogando por la moderación, la sensatez y el desprendimiento, y haciendo un llamado a que sea cada vez más consciente lo que habitualmente se hace inconscientemente.

Centros educativos, medios de comunicación empresarial y muchos medios sociales han puesto al alcance de crecientes mayorías lo ambiental, la naturaleza y sus numerosas ramificaciones. Parecería que ahora importa el planeta, el agua, el aire, los bosques, la desertificación, los campesinos, la biodiversidad, etc. Incluso hay quienes lo manifiestan públicamente como bandera política y de esos violentamente mueren algunos.

Sin embargo lo ambiental resulta interpretado casi de tantas formas como grupos interesados en ello. Desde puristas que propugnan por rehacer lo que hay de progreso deteniendo toda acción de “desarrollo”; los que venden agua embotellada en plástico a 500 kilómetros de bosques artificiales; sigilosa electricidad nuclear hipócritamente limpia; de mega-centrales hidroeléctricas; mega-campos solares o super-parques eólicos a miles de kilómetros de los consumidores.

Mientras quedan al medio cientos de posturas y acciones citadinas de reciclaje, agriculturas urbanas, neo-campesinos, permacultores, agro-ecologistas, eco-aldeas, economías solidaria, del bien común, feminista, y un largo etcétera de alternativas que buscan el cambio de rumbo frente a lo que algunos llaman “modelo de desarrollo”.

¿Cuál es un denominador común (tácito o explícito) en todas o casi todas esas alternativas de cambio preocupadas por lo ambiental? ENERGÍA. Tan abstracta como omnipresente, porque ENERGÍA se asocia efectivamente con cambio y porque resulta imprescindible para cualquier cambio. Y de la mano de la Educación Energética para que, así como tomar unas cervezas no significa alcoholismo, se use conscientemente la energía en cantidades y formas previniendo caer en su adicción.

Villavicencio, Colombia, septiembre-Octubre 2021

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