Por: Pedro Sánchez Ruiz
Breve Historia de mi Pueblo
(Fragmento)
Cuando llegué a Cumaral, hace años,
metido en un camión con muchos trastes:
(tres camas, dos baúles, un taburete,
cuatro santos de alumbrar, un molino Corona,
un tiesto de asar arepas,
un termo que se rompió por el camino),
mis hermanos, mi mamá, mi padre,
no había colegio de bachillerato,
ni jardines infantiles,
ni asfalto por las calles.
Nos tocaba rociar con canecas y agua,
ollas y baldes,
los frentes de las casas
para no vivir rucios todo el día,
ni que las camas, platos y cucharas
nos fastidiaran
con la arena de la tarde.
Conocí en mi primer día a “chiribico”
(era flaco, moreno y ágil)
bajando chicharras en el parque.
A los “güines”, gemelos en los días de la escuela,
quienes eran los mandamás o mandamases.
A los “chicharrones”:
Pacho y Hermelindo Hernández.
Traíamos agua del Alto de la Virgen
o del caño Los Limones
en una vara con ruedas de madera,
cargue y cargue.
El chato Yamil nos pegaba en la escuela,
nos robaba los trompos buenos para el pasto
y nos quitaba las bolichas y las fichas
de un album inllenable.
El profesor Roa,
jugaba fútbol y básquetbol,
y era el más bueno
hasta que llegó un día Adolfo Mendoza
y le enseñó sus chilenas y sus chanfles.
Cursaba yo el segundo año de primaria
con la profesora que había conocido en Veracruz:
doña Carmenza de Pérez q.e.p.d.
De verdad, le tenía miedo a los de quinto,
pero quería ser como ellos
para pegarle al balón más duro
y hacer fila con los grandes.
«Profesor, ¿me da permiso de ir al baño?»
Esta era nuestra excusa común
para no ser el primero en arriesgarse
a recitar las historias
de David y Goliat,
José vendido por sus hermanos,
o de cómo Daniel, en el foso de los leones,
logró salvarse.
A fin de año nos llevaban a excursión
en un bus de la Flota Macarena.
Había canciones, golosinas, chistes,
y mareo por todas partes.
Regresábamos a los cinco días
con un cajón para cubiertos de regalo,
un cuadro con barquitos dibujados,
puentes colgantes,
y un letrero que decía:
«Recuerdos de Girardot».
¡Qué buen detalle!
Nos colábamos en el teatro parroquial
y en el Wilson Hermanos Circus,
de lona remendada,
de la que salía un mozuelo
para decir: “Sigan al interior de la carpa
que el tercer silbato
acaba de escucharse”.
Había trapecistas, payasos,
un indio que atravesaba un aro
con cuchillos encendidos
y salía ileso, sin quemarse.
Era la época cuando Daniel Patiño
fue crack en el Sporting
y los menores de 18 años
ni a la puerta del billar
podían pararse.
“Charanga” y “María Azucena linda”
eran las canciones de café
con rocolas y coperas perfumadas,
de grotescos maquillajes.
Efrén Parra se lanzaba al ruedo
en los toreos
y con un poncho a las vacas criollas
les sacaba lances.
El renco Alberto
se agarraba a golpes con la policía
que le tenía bronca
porque a las buenas
al calabozo
jamás dejó llevarse.
En las calles de feria
había juegos permitidos.
Un tipo sacudiendo un par de dados entre un vaso
pregonaba: “La mariposa paga cinco veces,
el ancla tres,
y gana la escalera
a la que no quisieron apostarle”.
Pescábamos mojarras gordas
en el caño Las Cocheras,
barbillas los días de lluvia
y las ensartábamos en totes
o en alambre.
El José Antonio Galán
fue el colegio que estrenamos.
Heraclio Garzón y Paula Roldán de Parra
fueron los profesores de todas las materias:
de inglés, de matemáticas, religión, educación física,
de geografía, historia y de lenguaje.
El General Rojas Pinilla
nos visitó en la época
cuando vendía
chupas de hielo raspado
pintadas de rojo y verde
Manuel Cabrales.
Se paró en la glorieta frente a La Viña
y pude ver a Arturo Zapata,
su mujer, su señora madre,
mucha gente reunida,
banderas de ANAPO,
a ‘carafea’, a godos, liberales,
hombres sin partido,
pelados de la escuela,
caucheras, portacomidas,
dos parlantes.
Tiempo aquel en que Pimpo,
en el arte de correr caballos,
nadie podía ganarle.
Y llegaron nuevos días.
Afloró la política.
Se difundió el cuento
de que había que votar
por un doctor La Torre
porque un bus al colegio
iba a regalarle.
Se construyó la plaza de toros,
la manga de coleo, la Villa,
casetas con corrales.
Jorge Herrera Escandón lo era todo,
pero se fue un mal día
con su piel de arrebol y lacre.
Ricardo Buitrago inventó una fábrica,
hubo alcaldesa en vez de alcalde.
Se fundó un club social,
se entregaron carnés,
se brindó por la patria,
por la vida,
por el partido,
porque la salud no falte.
Y se acabó el Frente Nacional
mientras Germán González,
suplicando el amor de Nelcy Mendoza,
cantaba sus primeros joropos en los bares.
(…)
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Pedro muy buen relato. Mientras leía evoque muchos recuerdos de mi infancia y en ocasiones se me aguaron los ojos.
Felicitaciones por este recordatorio tan bonito en homenaje a mi querido pueblo natal. CUMARAL
.
Excelente ejercicio de la memoria que permite contrastar y hacer conciencia del fluir de la vida de las personas y la transformación del territorio, Gracias
Ay mi Cumaral del Alma!!!!