Por todas sus bondades socioculturales el Joropódromo de Villavicencio es cultura viva y reúne las condiciones para ser incluido en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de nuestro país.
Concurso de Mitos y Leyendas del Llano:
Dada la magnitud alcanzada por el certamen, en la tercera edición los organizadores lo aprovecharon para introducirle propuestas de teatro que recrearan tradicionales cuentos de espantos y aparecidos de la región.
Así, bajo plena luz solar calles villavicenses vieron pasar todo tipo de mitos y leyendas, representados por exponentes de las artes escénicas quienes ataviados con creativos trajes y escenografías móviles les hicieron cobrar vida. Las alegorías escénicas desfilaron intercaladas entre las academias de baile.
Ante las frecuentes críticas por el riesgo que iba corriendo el joropo criollo, los directivos del Instituto de Cultura para bien las acogieron y zanjaron el asunto de la siguiente manera:
En la sexta versión, año 2006, las bases contemplaron que en el vestuario de las parejas no se aceptaban ciertos elementos que para nada correspondían a la usanza llanera. Después crearon dos categorías, la tradicional y la moderna.
En las tablas de premiación el mayor estímulo monetario fue otorgado a la interpretación tipo ancestral, hecho que jalonó su rescate. Después se alegó el derecho a la igualdad y entonces hubo que equiparar las premiaciones.
Abrir el concurso en esas dos grandes vertientes fue aceptar y respetar las nuevas tendencias que tiene la ejecución del baile del joropo.
Puede llamarse ritual a la marcada costumbre de los integrantes de las academias folclóricas de baile llanero, por su anhelo de participar en la cita de cada año en Villavicencio. Dicho sentir afloró poco después del nacimiento del espectáculo.
Y es que al Joropódromo de la capital metense lo esperan bailadoras y bailadores de todas las edades y condiciones, tanto del enorme territorio departamental como de otras de distantes geografías, incluida la Andina.
Con sacrificios de diversos órdenes toman rumbo terrestre hacia la capital del Meta y más que a ganar los atractivos estímulos monetarios, su principal deseo es hacer parte del monumental festejo folclórico integrado a las diversas modalidades y categorías. Son de resaltar experiencias particulares vividas en años diferentes por dos delegaciones, llegadas de distantes puntos de origen para ser partícipes de la fiesta.
La una tomó camino en lejano centro poblado vecino de la ciudad de Caracas, atravesó su país y después de pasar el río Arauca siguió el recorrido entre las capitales araucana y metense, en promedio ese viaje durante doce horas.
La otra academia partió de la ciudad de Inírida que no tiene ninguna conexión terrestre. Tan el kilométrico recorrido los artistas lo cubrieron en lanchas, remontando ríos hasta llegar a un puerto en el río Ariari. A partir de allí en carro se dirigieron a Villavicencio.
Como todas las delegaciones llegadas, una vez que culminaron sus participaciones las parejas de baile y acompañantes con la satisfacción de haber cumplido el ritual de nuevo sacaron fuerzas físicas para emprender sus respectivos regresos.
Válido resulta brindarle otras lecturas al Joropódromo, algunas van más allá de la dimensión folclórica porque el evento en su complejidad las tiene:
Espacio democrático y de sana convivencia:
La dimensión del espectáculo callejero del folclor llanero que en Villavicencio se cumple desde el año 2001, permite hacerle análisis sociológicos y poder decir que:
Sin embargo, cada año en el Joropódromo unos y otros se encontraron y compartieron pista unidos por el baile folclórico regional.
La versión del año 2017 fue la primera en tiempos del pos acuerdo, hecho por demás de significativo mérito para la región y para todo el país.
Observatorio del estado del baile de joropo:
Resulta pertinente reconocer, que cada año el Joropódromo se ha convertido en el mejor laboratorio cultural para apreciar el estado del baile llanero por excelencia, a partir de sus formas de ejecutarlo, de la variedad de trajes, de las evoluciones o rescates de pasos, coreografías y prendas, de las cargas de energías, disfrutes y donaire de las parejas de bailadores, de la admirable creación de públicos y del elevado número de participantes.
Consumo cultural:
Sin que se conozca hasta el momento estudio económico alguno, es evidente que cada versión del Joropódromo sirve para dinamizar las economías locales, de manera principal las de Villavicencio.
La cadena tiene muchos eslabones tanto en tiempos de preparación, como en la víspera y en el día del multitudinario certamen callejero. Pueden citarse: ventas de telas, modistas, sastres, establecimientos que alquilan trajes, ventas de cotizas, sombreros y tocados para la cabeza. También los grupos musicales contratados para la tarima principal y alquiler de sonido.
Del mismo modo hoteles, restaurantes, transporte público, ambulantes y estacionarias ventas de comidas rápidas, bebidas hidratantes y alcohólicas.
En conclusión, el Joropódromo de Villavicencio cada año actúa como un eje en el que se articulan diversas economías de pequeña y mediana escala.
A partir de aquellas tres tardes de junio y julio de 2001, cada año por las vías villavicenses que sirven de pistas desfilan cientos de parejas marcando con garbo valseos, zapateos y escobilleos, soportando las inclemencias del tiempo extremo, con soles inclementes o pertinaces aguaceros.
Entre el año de creación y el 2017, el Joropódromo ha tenido las siguientes pistas: la céntrica calle 38, el trayecto de la avenida entre el parque La Llanura/ la glorieta de Postobón; también, la avenida 40 a la que retornó por la comodidad que ofrece para la gigantesca logística que el evento demanda.
Hay que decir, que en ninguna calle o avenida de centros poblados de la Orinoquia colombo venezolana diferente a Villavicencio, se ha escuchado tanta música llanera en una sola jornada, ni se han descargado los niveles de energía a través de los pies y del regocijo de los bailadores, tampoco ha habido el masivo alegre disfrute del público.
Con el advenimiento del Joropódromo en el año 2001 se oxigenó el Torneo Internacional, puesto que muy pronto se posicionó con fuerza dentro de su programación, al punto que hoy resulta imposible imaginar que el magno espectáculo sea excluido de su a anual agenda.
Sin discusión alguna, el exitoso reconocimiento popular que hasta la presente ha tenido el colorido espectáculo callejero radica en que nunca ha tenido interrupciones. Por ello es destacable que cada gobernante departamental lo haya continuado sin cambiarle el original nombre.
Por todas sus bondades socioculturales, el Joropódromo de Villavicencio es cultura viva y reúne las condiciones contempladas por el Ministerio de Cultura para ser incluido en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de nuestro país.
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Como siempre, constituido en el notario de la historia.Excelente su trabajo.Un abrazo. Alcides Antonio