“Los enjambres de insectos obligaban a los conductores que viajaban por la llanura a parar ante la nula visibilidad, pues no era posible manejar ante tal cantidad de insectos – miles y miles -, que en forma atropellada embestían contra los vehículos. Nubes de ellos cubrían inmensas extensiones oscureciendo el sitio por donde pasaban”.
Esto no es cuento. Sucedió en la realidad cuando funcionarios del ICA y Corpoica, empezaban a vislumbrar el potencial de la Altillanura. A finales de la década de los años 90.
La gente habla mucha paja, por eso considero pertinente esta historia. Insisto no es un cuento. Llegaron a decir que por los lados del Alto de Menegua, unos extranjeros en una avioneta habían vaciado unas talegas que contenían los primeros insectos con que posteriormente se plagó toda la zona. Es cierto que la apertura económica de los 90 nos ha hecho mucho daño, pero no se les puede echar la culpa de todo a los gringos; Heliodoro dice que sí.
Al principio las autoridades no creían, o pretendían desentenderse del problema. Un ingeniero agrónomo egresado de Unillanos, con nombre de turco, de la Umata de Puerto Gaitán, era de los que más hacían bulla pidiendo ayuda. Inicialmente, creíamos que estaba exagerando. Después en Puerto López los agricultores y los ganaderos citaron a una reunión a los funcionarios del Gobierno, al ICA, a Corpoica y a la Gobernación del Meta, para analizar entre todos lo que estaba pasando y las posibles soluciones frente a la invasión del grillo de la Altillanura, como le decíamos.
Lo que sucede con relativa frecuencia en el norte de África, en Etiopía y en el cuerno africano, hacían temer a campesinos y a los primeros inversionistas que iniciaban la explotación de las extensas llanuras de Meta y Vichada, que esta inusitada invasión truncara las aspiraciones que implicaban esfuerzos con inversiones cuantiosas. Inversiones en ganadería con instalación de pasturas mejoradas y pie de cría de ganado proveniente de otras regiones ganaderas.
Los insectos eran fácilmente identificados. Cuando no han llegado a su completo desarrollo, tienen entre medio y centímetro y medio de tamaño y solamente saltan. Van cambiando de piel hasta alcanzar el estado de adulto; tienen la apariencia de un saltamontes, de color pardusco y entre pulgada y pulgada y media de tamaño y vuelan. Las patas traseras presentan tonalidades tornasoladas. Son bonitos.
Los enjambres de insectos obligaban a los conductores que viajaban por la llanura a parar ante la nula visibilidad, pues no era posible manejar ante tal cantidad de insectos – miles y miles -, que en forma atropellada embestían contra los vehículos. Nubes de ellos cubrían inmensas extensiones oscureciendo el sitio por donde pasaban. Su alimento predilecto eran las pasturas nativas, de las que devoran sus cogollos más tiernos.
Su insaciable apetito se alcanzaba a escuchar; aterraba el sonido del crujir de sus mandíbulas. Sin embargo, la mayor preocupación y en últimas lo que obligó a los agricultores, ganaderos e investigadores a tomar cartas en el asunto, era el peligro inminente de que los grillos cambiaran de dieta y se acostumbraran a comer los pastos mejorados, como el brachiaria o inclusive arroz o maíz o los pocos cultivos, que por esa época empezaban a sembrarse en la Altillanura.
De la llanura pasaron a la ciudad y era común encontrar ejemplares de los grillos en los pueblos. Los vimos en Villavicencio, en los pisos altos de los edificios y también en los prados de las canchas de fútbol y en los parques. Ahora sí, el escándalo era generalizado. Los noticieros de la radio, la prensa regional y nacional y la televisión daban cuenta del fenómeno.
Todo no fue malo, sucedieron varias cosas positivas con los grillos, que a propósito, después los investigadores nos dijeron que la denominación correcta es la de langosta llanera, dada sus características similares – guardadas las proporciones -, con la plaga que se presenta en otros continentes.
Los primeros beneficiados fueron los cerdos y las gallinas de las fincas llano adentro, pues gracias a la langosta suplieron hasta la saciedad sus necesidades nutricionales, con un alimento natural, rico en proteínas. Sin embargo, la carne, tanto la de los cerdos como la de las gallinas sobrealimentados con langostas adquiría un sabor amargo, almizcloso, que no la hacía muy apetecible; por lo que los finqueros debieron aprender a racionar el uso de este maná.
La naturaleza ganó también. La sobrepoblación del insecto y la disponibilidad de comida crearon las condiciones propicias para el repoblamiento de muchas especies de aves; carracos, gavilanes, garzas, güéreres… De nuevo fueron habitados esteros y arboledas y garceros, antes despoblados. Se vieron más avispas que ávidamente consumían buenas cantidades de grillos, o como los quieran llamar.
Hay quienes aseguran que la explosión inusitada de esta población de insectos pudo haberse originado por la perturbación abrupta que se hizo y se sigue haciendo en los suelos de la Altillanura Colombiana, en el Meta y Vichada. Esta teoría se sustenta con el hecho de que la langosta llanera siempre ha estado presente en forma recurrente en nuestras llanuras, sin que nunca se hubiera manifestado un incremento tan exagerado de su población.
Información oral de residentes de la zona indica que cerca de medio millón de hectáreas se han revolcado para instalar pastos mejorados, cuando hizo furor el proceso de adquisición de tierras. Llegaron inversionistas de todo tipo; incluso algunos empezaron a sembrar cultivos; arroz, maíz y soya también, antes inexistentes en estas sabanas.
No obstante, la presión ejercida por algunos productores, quienes alarmados insistían en solucionar el problema con fumigaciones aéreas en grandes extensiones – como se viene haciendo en otros países -, ello no se autorizó, ni se puso en práctica.
El control se hizo en forma focalizada y en las primeras etapas de vida del grillo, cuando el insecto es más fácil y susceptible de eliminar; sólo se utilizaron agroquímicos como medida extrema. A la par, se iniciaron trabajos de reconocimiento y adaptación de microorganismos patógenos con los cuales se pueda manejar las poblaciones del insecto, sin causar daño al ambiente.
El ICA con los Ingenieros Agrónomos del Llano ASIALL se hicieron cargo de la investigación y del trabajo de campo que enfrentó el problema. Un manejo profesional y responsable permitió sortear la situación de manera eficiente. El monitoreo, manejo y control de la langosta llanera implementado en los Llanos Orientales, sirve de ejemplo para otras regiones en donde puedan presentarse hechos similares.
Investigaciones como la liderada por el Veterinario Ph. D. Darío Cárdenas corroboró lo de alta calidad de la proteína proveniente del insecto.
Las instituciones que tienen que ver con el desarrollo agropecuario del país también ganaron. Gracias al fenómeno de la langosta llanera se apropiaron recursos para investigaciones en el manejo de poblaciones similares, con personal suficiente e idóneo y la logística necesaria que permita en eventuales ocasiones darle una salida a un problema que de no haberse manejado en forma inteligente, pudo haber generado mayores disturbios, del que se pretendió corregir.
Con lo de la langosta aprendimos todos.
Nota: El autor de esta crónica, Álvaro Orjuela Villalobos, es Ingeniero Agrónomo. Ejerce el Periodismo y como tal dirige el medio de comunicación Agrollanos. También es miembro de la Asociación de Ingenieros Agrónomos del Llano –Asiall-.
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Excelente crónica.
Para ese momento, yo dirigía el dpto de planeación de la regional 8 de Corpoica. Álvaro realiza un relato cercano a la realidad, sin embargo, hubo necesidad de realizar un monitoreo permanente (GPS). sobre su ubicación migratoria y el daño que posiblemente alegaban los campesinos -agropecuarios- sobre sus pasturas. “Donde caía un manto de grillo, toda el área tomaba un tono oscuro, quemado, e inmediatamente se secaba” -decian ellos. Nuestros pares aislados de las llanuras africanas, informaron que el monitoreo previene el desastre, sin embargo, la misma naturaleza se encarga de -controlar el fenómeno- ya que los elementos muertos sobre suparficie en descomposicion, facilmente se integran al suelo y los demas, son proteina animal para especies menores y exoticas, igual, para la especie humana nativa. Se investiga el uso potencial de esta proteina en las hambrunas, migraciones y desplazamientos hacia los grandes centros poblados. Saludo