“Durante ese mes todos los días a las 5 de la mañana caminaba por un banco de sabana hasta llegar a una mata de monte próxima a Umapo y regresaba a El Turpial hacia las 4 de la tarde. Pasado este mes y con la anuencia del capitán de la tribu señor Nicolás Arrepiche me fui a vivir con los Achagua”.
Quiero agradecer a la Academia de Historia del Meta y en especial a su presidente el doctor Alberto Baquero Nariño por la invitación que me han hecho para pertenecer a ella como miembro de número; me siento muy honrada por tal deferencia y espero contribuir con el desarrollo de sus objetivos tales como la investigación de los sucesos históricos, sociales y culturales de nuestro departamento y de la región de los llanos orientales.
Varios días pase cavilando sobre el tema a tratar en la ponencia que hoy les presento, pues les confieso que soy reiterativa con los temas de Villavicencio, bien sean los de historia, el patrimonio cultural material e inmaterial y últimamente aquellos que tienen que ver con su crecimiento social y urbano; no obstante en conversación sostenida con el Comunicador Social Oscar Pabón M me sugirió que disertara sobre los Achagua etnia ubicada en el resguardo de UMAPO en el municipio de Puerto López y con la cual en 1974 adelanté mi proyecto de grado para optar al título de Licenciada en Antropología de la Universidad de los Andes. Gracias Oscar por la sugerencia.
Disertar sobre los Achagua es remontarme a la época en la cual terminaba mis estudios en el Departamento de Antropología en dicha universidad. En un principio le manifesté a mi director de tesis el antropólogo Jaime Bustamante que me interesaba el tema de los guahibo de la inspección de Planas en el departamento del Meta, sindicados en 1971 de rebelión por colaboración con Rafael Jaramillo Ulloa, toda vez que este conflicto evidenciaba el tradicional problema interétnico colonos/indígenas por la posesión y explotación de la tierra en los Llanos Orientales; me dijo: aproveche las vacaciones y al regreso espero tener la definitiva.
Así las cosas llegué a Villavicencio y le comenté a mis padres Leonilde Riveros y Eduardo Espinel acerca del trabajo a realizar. Mi madre no recibió de buen agrado la noticia, la atemorizaba el hecho de que yo tuviera que permanecer algunos meses conviviendo “con los indios y en un medio agreste lleno de animales peligrosos”; mi padre al contrario apoyó y dispuso de un campero GAZ de marca rusa y del conductor, y con Maggie una buena amiga bogotana iniciamos el recorrido rumbo a Planas. Salvo la trocha Villavicencio/ Puerto López lo demás eran mil caminos por una sabana abierta y poco poblada, por esa razón en un viaje de estos no podían faltar el timbo con la gasolina, los parches para las llantas y las medias de nylon de mujer por si el ventilador del radiador fallaba.
En San Rafael de Planas fuimos gratamente recibidos por Adolfo Rodríguez (Q.E.P.D.) quien era el director de la oficina del Incora hoy Agencia Nacional de Tierras de esa inspección de Policía y quien nos introdujo en las comunidades guahibas allí asentadas. De regreso a Villavicencio visitamos otros asentamientos indígenas como el de los Achagua en UMAPO ubicado a orillas del río Meta muy cerca de la población de Cháviva y por el cual finalmente me decidí.
El proyecto a desarrollar giraba en torno al proceso de aculturación de los Achagua como consecuencia de los procesos de colonización en la región del Meta. Una vez el proyecto fue aprobado por el director del trabajo de grado, procedí a organizar todo lo relacionado con mi desplazamiento a Umapo. En las averiguaciones preliminares al viaje nos informaron que Umapo estaba localizado en la hacienda El Turpial y que dicha hacienda era de propiedad del señor Pedro Huérfano ganadero radicado aquí en Villavicencio y a quien mi padre conocía.
Así las cosas se hizo el contacto con don Pedro quien amablemente permitió que el primer mes de mi estadía lo pasara en la casa de El Turpial localizada a una hora de camino de Umapo. Durante ese mes todos los días a las 5 de la mañana caminaba por un banco de sabana hasta llegar a una mata de monte próxima a Umapo y regresaba a El Turpial hacia las 4 de la tarde. Pasado este mes y con la anuencia del capitán de la tribu señor Nicolás Arrepiche me fui a vivir con los Achagua.
Los Achagua:
El sitio de estudio está ubicado en el municipio de Puerto López. El caserío estaba formado por 10 casas localizadas en la mitad de dos matas de monte por cuyo interior cruzan dos caños: el Umapo y el Aceitico. Esas 10 casas estaban distribuidas a lado y lado de un camino principal que atravesaba Umapo de norte a sur, abierto por el dueño del hato El Turpial para acceder al rio Meta.
La lengua Achagua pertenece a la familia lingüística Arawak una de las más grandes e importantes de América del sur; la presencia de esta familia en el actual territorio de Colombia es prehispánica y según se conoce se ubica en la península de la Guajira, en el curso medio del rio Caquetá y trapecio amazónico, y en el curso medio del rio Orinoco hacia los raudales de Maipures y cuenca del rio Meta. Sobre estos últimos dan cuenta entre otros cronistas el misionero Juan Rivero en “Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta”.
La base de su dieta alimenticia era la yuca brava que se cultivaba en los conucos, pero también y en menor escala cultivaban piña, maíz y topocho; se alimentaban de la pesca del valentón, el dorado, la curvinata y el amarillo de la cacería de venados, tigrillos, leones, chigüiros, cachicamos, iguanas y lapas entre otros y de la recolección de un sinnúmero de pepas silvestres propias de las matas de monte.
La presencia de los Achagua en los alrededores de Cháviva -que en lengua Achagua significa “Tigre”- se remonta al periodo republicano, y se afirma que a comienzos de 1900 ya había población Achagua en este caserío, procedente de sitios no muy distantes tales como Marayal, Puerto Guadalupe y Carubare sobre el rio Meta. En Cháviva tenían sus casas de habitación y un pequeño solar en la parte de atrás de la vivienda, los conucos (parcelas de cultivo) se situaban en las matas de monte que circundaban la población.
No obstante fue a partir de la década de 1930 cuando la migración boyacense procedente de Maní (Casanare) se consolida en Cháviva invadiendo la tierra de los Achagua, quienes ante la presión la abandonan. Como causantes de este abandono se citan dos casos:
El primero se refiere al del señor Martin Torres quien se adueñó de terrenos en los cuales se formaron los hatos El Turpial, Las Leonas, La Victoria y Angosturas y quien al llegar la violencia partidista (1948-1953) y ante la amenaza de muerte que sobre su vida se cernía, decidió irse cuanto antes y vender lo que tenía. Se conoció que el hato El Turpial y Las Leonas, sin reses ni bestias fue vendido por la suma de $3.500 a la compañía formada por el señor Raúl Jimeno y don Plinio López (Q.E.P.D.). Don Plinio formó parte de la Sociedad López Isaza constructores del Hotel Meta aquí en Villavicencio y abuelo del gobernador del Meta el señor Gabriel López González (Q.E.P.D.).
El segundo hace alusión a la instalación de un aserrío en los alrededores de Cháviva y cuyo objeto comercial fue la extracción de cedro especie de madera abundante en la región, y la contratación de la mano de obra Achagua para las labores de extracción del citado árbol y posterior acarreo en mulas a orillas del rio Meta para ser descargado en Cháviva. Se calculaba que sacaban más o menos 1.000 piezas semanales.
Muy dicientes son los datos de población que a continuación se citan, porque ilustran cómo a raíz del proceso colonizador ya descrito varió la composición étnica en la población de Cháviva entre los años de 1942 y1950. De los 100 habitantes registrados en 1942 la mayoría eran indígenas y el número de familias blancas o mestizas no pasaba de tres, pero en 1950 el cuadro fue diferente, porque el número de familias blancas o mestizas ascendía a 150. Poco a poco -como comentaban los viejos de la comunidad- “Los racionales nos tenían rondados por todas partes y nuestros padres como no entendían del valor de la tierra, vendieron o fueron desalojados hasta salirse de allí definitivamente”.
Así las cosas, ante la presión ejercida tanto por los nuevos dueños de hato como por la compañía maderera, en 1940 se dio la pronta salida de los Achagua de Cháviva con rumbos diferentes. Unos hacia Vichada y Casanare y otros hacia Umapo ubicado en el hato El Turpial.
En relación con la tierra que ocuparon los Achagua que se ubicaron en El Turpial se decía que ya el mencionado señor Martin Torres era reconocido por las autoridades colombianas como su dueño y que gracias a los lazos de amistad que los unía con él les habían cedido un lote de 200 has para que lo habitaran. Hasta el momento en que se desarrolló esta investigación esas 200 has no se habían desenglobado del total de la superficie del hato El Turpial ni existía documento alguno que los acreditara como propietarios.
En la década de 1980 el arquitecto Gregorio Baquero Nariño y su esposa Inés Orrego iniciaron contacto con los Achagua de Umapo, por ese entonces fungía como capitán de la tribu Nicolás Arrepiche quien les comento acerca de la preocupación por el estado legal de la tierra de Umapo. Sensibilizados Gregorio e Inesita sobre esta situación apoyan y asesoran desde Villavicencio todo tipo de gestión y tramites, especialmente ante el Incora hoy Instituto Nacional de Tierras para lograr la constitución de las reservas tanto de Umapo como de La Victoria, esta última integrada por población Piapoco y contigua a la de Umapo.
Entre 1948 y 1953 el llano sufre el rigor de la violencia partidista entre liberales y conservadores y las poblaciones de Cháviva y Umapo fueron totalmente incendiadas por tropas de la Policía que amedrentaban tanto a los indígenas como a los blancos con el fin de conseguir información sobre sitios de localización de la guerrilla liberal.
Ante esta triste y difícil situación la gente se dispersa, unos venden sus posesiones, otros las abandonan y algunos se quedan cuidando sus hatos y demás pertenencias, pues no falto uno que otro pillo y ladrón que aprovechándose del ambiente de confusión y desorden se fundara apropiándose ilegalmente de tierras y ganado que habían sido abandonados. Entre Cháviva y El Turpial en un sitio conocido como Pivijay ocurrió la emboscada que la güerilla liberal hizo al Ejército que se dirigía de Puerto López a Puerto Gaitán y en el cual murieron 96 soldados constituyéndose en uno de los casos más sonados en la historiografía de las guerrillas en el llano.
Con la entrega de armas de la guerrilla liberal al gobierno colombiano ocurrida en 1953 una paz relativa retorna a la llanura y tantos aborígenes como blancos escondidos en las matas de monte o que habían sido desplazados a otros sitios, regresan a sus hatos, caseríos y pueblos e inician la reconstrucción y la organización de todo lo que fue devastado. Umapo y Cháviva son nuevamente edificados y los hatos y fundos vecinos a estas dos poblaciones recobran su funcionamiento.
Unos años después en la década de 1960 se perciben brotes de invasión de las tierras baldías por parte de colonos procedentes de la región andina y que se dedicaron a la agricultura en las matas de monte para vender las mejoras y luego iniciar el proceso en otra parte.
Es claro entonces que para la década de 1970 los Achagua estaban confinados en un globo de terreno conocido como Umapo con una superficie de 200 has, insuficientes para el devenir de la comunidad que derivaba su sustento diario de los recursos naturales de los caños, ríos, sabanas y matas de monte que lo circundaban. Al respecto es necesario resaltar el rol que jugaba la mata de monte en la cual se ubicaba el conuco (área destinada para el cultivo) y que podía tener una superficie que oscilaba entre 1 y 1y ½ has. y que como consecuencia de dicho confinamiento el barbecho (periodo de descanso de la tierra) que en la década de 1930 era de 6 a 7 años para la década de 1970 se redujo a un periodo de 4 a 3 años, tornándose a la vuelta de unos años en una tierra improductiva.
Hasta aquí solo un somero resumen sobre los Achagua de Umapo; no es del caso en esta ponencia extenderme a otros temas que ya evidenciaban el impacto cultural de la sociedad nacional sobre la etnia Achagua y en consecuencia su lenta y gradual asimilación a la sociedad mayor; entre los más relevantes el de la educación, la evangelización impartida tanto por misioneros católicos como aquellos vinculados al Instituto Lingüístico de Verano, la política del Meta representada en Cháviva por los gamonales liberales militantes de los grupos más fuertes como el Duranismo y el Latorrismo y el trabajo asalariado al que ya se vinculaban los jóvenes en los hatos vecinos y representado en os modalidades: la del jornalero y la del mensual.
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Quiero terminar contándoles que la monografía titulada “Los Achagua” producto de mi proyecto de investigación quedó en los anaqueles de mi biblioteca por muchos años. No obstante hace dos años el antropólogo Jorge Sánchez Maldonado vinculado como docente de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad del Meta, la leyó y me sugirió que le propusiéramos al Vicerrectorado de Investigaciones un proyecto sobre los Wayu pescadores de perlas de la Guajira en la costa atlántica y con los cuales él había realizado su proyecto de grado en el año 2011 y los Achagua del Meta en los Llanos Orientales; en su momento argumento el antropólogo Sánchez Maldonado “Las dos etnografías ( Wayú/ Achagua) podrían entenderse como un par de “instantáneas” que nos sirven para rastrear las huellas del extractivismo que queda en zonas periféricas del sistema-mundo; territorios en los que las desigualdades aún persisten como problemas viejos sin solución”.
Como resultado del proyecto de investigación se logró una publicación digital titulada “Etnografías e Historias de la Periferia. Ecologías humanas y rastros del extractivismo en el Caribe y los Llanos orientales colombianos”. En uno de los apartes de la presentación del libro, la doctora en Ciencias de la Educación Leonor Mojica Sánchez Rectora de la Universidad del Meta anota lo siguiente:
“Este trabajo de los profesores Jorge Sánchez-Maldonado y Nancy Espinel Riveros, pone en contacto a dos investigadores que existen juntos hoy, y que, con orígenes distintos y territorios distintos, piensan desde la institución las posibilidades de producir un conocimiento que va más allá de la Antropología, indeterminación disciplinaria que se deriva de su existencia como profesores e investigadores, y que tiene que ver con merodear desde hace mucho en territorios disciplinares que no fueron los suyos, pero que con su pasión por conocer y aprender han contribuido a la formación. Jorge, en la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales, y Nancy, en la Escuela de Arquitectura, esperan seguir tendiendo puentes para producir un conocimiento adecuado a los tiempos que corren. Espero que este libro contribuya no solo a la formación en las Ciencias Sociales y Humanidades de la institución y la región, sino a la construcción de una conversación más amplia en el mundo”.
Nota: Ponencia leída por la autora luego de su posesión como integrante de la Academia de Historia del Meta, acto académico cumplido el miércoles 20 de julio de 2022 en la Casa de la Cultura de Villavicencio.
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Un saludo afectuoso a Nancy, disfruto sus historias y alpaudo su formación con gran humildad. Agradezco que junto a Óscar han permitido que conozca muchas historias de importancia en la formación y acortan a la educación.
Es necesario que estos temas sean conocidos por los estudiantes chicos y jóvenes para que se logre amar lo nuestro.
Un abracito
Como Antropólogo celebro la membresía a la academia de historia del Meta de personas expertas en temas étnicos, etnohistoricos y memoria horal. En hora buena, felicitaciones!
Como Antropólogo celebro la membresía a la academia de historia del Meta de personas expertas en temas étnicos, etnohistoricos y memoria oral. En hora buena, felicitaciones!
Excelente ilustración histórica sobre las culturas ancestrales del Departamento del Meta, pues es de suma importancia que los estudiantes desde la primaria y el bachillerato conozcan las raíces y evolución cultural de esta bella Región, un saludo a la Dra Nancy a Oscar y a las personas que han generado con su valioso aporte un conocimiento
para quienes habitamos esta linda tierra