ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL GANADO VACUNO EN EL META

“La ganadería de los Llanos colombo venezolanos tiene un origen diferente al de la ganadería en la región centro-norte-costera (Zona de los Andes y costa Atlántica). En esta zona hubo una acción deliberada que se expresó en la fundación de hatos para auxiliar el proceso de la conquista y la colonización. Mientras que en aquella región operó una formación espontánea generada por la multiplicación de ejemplares, huidos de esos hatos o extraviados en las travesías entre éstos”. (Adolfo Rodríguez R).

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“Un rodeo en los llanos” grabado del artista francés Riou, realizado en la segunda mitad de mil ochocientos.

La presente ponencia su autor Jairo Ruiz Churión, fallecido el martes 27 de mayo de 2025, la leyó en evento académico de la Universidad de los Llanos organizado por el programa Medicina Veterinaria y Zootecnia –MVZ- en el año 1993. Gracias al profesor Álvaro Ocampo D. fue posible tener tan valioso histórico documento.  

Introducción.

Los primeros embarques de ganado bovino hacia el continente americano se efectuaron en el tercero y cuarto viaje de Cristóbal Colón, partiendo de Sevilla en España, hacia la isla de Santo Domingo en el Mar Caribe. En 1493 llegaron los primeros ejemplares de ganado mayor (caballos, asnos, bovinos y mulas) teniendo estos animales una reproducción muy rápida.

Una de las expediciones más lucrativas fue la ejecutada por Per Alonso Niño junto con los hermanos Luis y Cristóbal Guerra en 1499, navegando a lo largo de la costa venezolana comerciando con los indígenas. Estos europeos entregaban cuentas de vidrio y trozos de espejos a cambio de perlas obtenidas por los indígenas. Pero estos nativos una vez percatados de los animales que iban a bordo de las naves, ofrecieron además de las perlas, hamacas de algodón, palo de Brasil y trozos de oro a cambio de los animales. 

Conociendo este intercambio comercial que los europeos mantuvieron con los indígenas, es muy probable que estos animales pasaran al interior del continente a finales del siglo XV y principios del CVI. Los nativos aprendieron la crianza de estos ejemplares mucho antes que el español incrustara este elemento como estructura económica fundamental para el desarrollo.

Entre los años de 1500 y 1520, sobre la costa oriental de Venezuela, se inicia la ocupación europea fundando poblaciones en las islas de Cubagua, Margarita, y en tierra firme la de Coro. Vigilado por la corona española se da inicio a la introducción del ganado bovino en Cubagua y Margarita. Este ganado que se trajo fue recogido en los mismos lugares de donde era oriundo. 

Por lo tanto, las principales razas que influyeron en la formación del ganado del Llano colombo venezolano, fueron: Berrenda Negra, Berrenda Colorada, Blanca Cacereña (de Cáceres), Colorada Extremeña, (de Extremadura), Cerdeña, Salinera.

Las anteriores razas eran oriundas de la frontera hispano portuguesa. Las razas traídas del corazón de España, fueron las siguientes: Andaluza, Retinta, Rubia y Negra. Por estudios inmunogenéticos se ha descubierto que otras razas diferentes a las anteriormente citadas, posiblemente del sur de Portugal y del norte de África, influyeron en la formación de las razas llaneras.

Las entrada de ganado 

Con la llegada de la Casa Alemana Banquera de los Welser, para descubrir y explorar la Gobernación de Venezuela, comenzaron las expediciones hacia los llanos. La primera expedición partiendo de Coro en 1534, fue la de Georg Spira: Salió por el desembocadero de la cordillera conocido en ese entonces con el de Baraquisimeto, y entró al Llano por el río Acarigua para proseguir todo el tiempo hacia el suroeste, siempre por los pies de la cordillera de los Andes. 

Pasó los ríos Apure, Arauca, Casanare, Pauto, Cravo Sur, Cusiana, Upía, Humea, Guatiquía, hasta llegar a las cabeceras del río Meta, que es el Caño Camoa. Allí fundó, cerca al río Ariari, una población que llamó Nuestra Señora de la Asunción; en este viaje Spira solo vino con su ejército y algunos caballos.

Después de Spira le siguió Nicolás Ferdermam, trayendo al territorio del río Cojedes gran cantidad de ganado caballar. Vale la pena anotar lo que dice Federico Brito Figueróa en su “Historia económica y social de Venezuela”, retomando al cronista español del siglo XVII, Fray Pedro Simón:

“El caballo como las gallinas se adelantó a los hombres. …Cuando Nicolás Federmam en su primer viaje, llegaba a las cercanías del río Cojedes, llamado por aquel entonces Cohaheri, se instaló en una aldea… *oímos cacarear un gallo y algunas gallinas lo que no había sucedido desde que dejamos Coro, porque no las tiene los indios. 

Hubiéndole preguntado de dónde venía esos animales, me respondió: de Amadéa y que los indios las habían comprado a compatriotas nuestros*… ¿Quién había llegado hasta Amadea, o hasta alguna otra localidad? No lo sabemos. Lo importante de la noticia es el hecho de que aquellas aves domésticas habían llegado a las regiones del Cohaheri antes de conocerlo ningún europeo”.

Después llegó Felipe Vön Hütten y de esta manera se cierran las expediciones alemanas y se da comienzo a las españolas. En 1540 entra Hernán Pérez de Quesada y pasando por el pueblo de Nuestra Señora de la Asunción, va a salir a espaldas de la ciudad de Pasto. Pero hasta la fundación de San Juan de los Llanos en 1555, es cuando vemos la entrada del ganado vacuno en los Llanos del Meta, proveniente de Santa Fe.

¿De dónde provenía este ganado santafereño? En 1545, Juan de Carvajal con Diego Lozada y Diego Ruiz de Vallejo, fundaron el 7 de diciembre a Nuestra Señora de la Concepción del Tocuyo, al sur de Coro, en el Valle de Baraquisimeto, Venezuela. Entonces Cristóbal Rodríguez trajo de Coro y la Isla de Margarita ganado caballar, vacuno, ovejuno y algunos cerdos. Para 1548, Rodríguez lleva del Tocuyo hacia los Llanos del actual Barinas, ganado para fundar el primer hato llanero. 

Pocos años después, el gobernador de Venezuela encontró allí más de 3.000 vacas, 1.000 caballos y yeguas más de 12.000 ovejas, cabras y puercos.

El ganado que venía de la Isla de Margarita hacia el Tocuyo era traído por las cabeceras del Llano. En estas travesías era muy frecuente encontrar partidas de indígenas que espantaban el ganado que se dispersaba Llano adentro, formándose cimarroneras extraordinariamente en regiones dominadas por los nativos donde todavía no se habían establecido poblaciones españolas.

Debido a la necesidad de pasar ganado del Tocuyo a la Nueva Granada, era necesario buscar una ruta que comunicara estas regiones e hiciera viable el camino para los vacunos. En 1549 Alonso Pérez de Tolosa fue comisionado para que saliendo del Tocuyo se dirigiera hacia el suroeste, bordeando la Sierra Nevada de Mérida por el piedemonte barinés. 

Pérez de Tolosa continuó hasta encontrar el cauce de los ríos Uribante y Sarare que forman el río Apure, y desde allí, subiendo hasta sus nacederos llegó a un valle donde más tarde sería fundada la ciudad de San Cristóbal. 

Continuó hasta Táriba y después de un breve encuentro con los indígenas prosiguió su ruta hasta dar con el valle de Cúcuta, la cual ciudad no había sido fundada todavía, después de inspeccionar la región del Sarare y Zulia regresó por el mismo camino hacia el Tocuyo. Es difícil precisar con exactitud, pero a partir de donde más tarde se fundaría la ciudad de Pedraza en las cabeceras del río Apure, se dividió parte de la tropa de Pérez de Tolosa y pidieron permiso para continuar hacia la Nueva Granada. 

Estos expedicionarios siguieron hasta el Sarare abajo cortando hacia el sur hasta encontrar el banco de sabana hasta llegar al río Arauca. Continuaron bordeando el piedemonte de la cordillera y selva del Banadía (hoy Saravena, Fortul y Tame) hasta dar con el río Casanare. Siguiendo los caminos de las tribus de la región, subieron por las márgenes de este río hasta llegar al pueblo que más tarde se llamaría La Salina, donde los indígenas traficaban con sal. Continuaron hasta el pueblo de Chita y desde allí, tomando la ruta hacia el occidente, entraron al valle de Sogamoso, prosiguiendo hasta Tunja que estaba recién fundada.

En 1550 fue fundada la ciudad de Pamplona lugar clave para hacer la entrada de ganado al Nuevo Reino de Granada. Entonces quedaron conformadas dos entradas para el ganado proveniente del Tocuyo hacia Santa Fe y los Llanos de San Martín (hoy departamento del Meta). Una saliendo del Tocuyo hasta San Cristóbal, y la otra saliendo del Tocuyo, Chita y Tunja.

Por 1551, Diego Fernández de Serpa trajo un lote de ganado proveniente de la isla de Margarita y entró por las cabeceras del llano hasta el Tocuyo; desde esa fecha en adelante se iba a estar trayendo continuamente ganado para luego ser llevado hasta Tunja y Santa Fe. Como era sabido en el Tocuyo predominaban las razas vacunas Andaluza, Retinta y Valle Asturiano.

Y son estas razas las que Juan Avellaneda y Teviño, en 1555 proveniente de Santa Fe trae ganado vacuno por el camino de Ubaque y Fómeque, y desde allí, tomando la ruta por el cauce del río Negro aguas abajo hasta salir al Llano. Reconoció el camino pues él había venido con Nicolás Federmam dieciocho años atrás, y llegó hasta donde Jorge Spira había fundado el Pueblo de Nuestra Señora de la Asunción. 

Y el 24 de junio de 1555 funda la población de San Juan de los Llanos a orillas del río Ariari. Se puede decir que con los primeros colonos que Avellaneda trajo a San Juan nacieron los ganaderos del Territorio de San Martín.

La expansión de la ganadería vacuna en el Territorio Sanmartinero

En el año de 1562 bajó de Santa Fe con rumbo a los Llanos de San Juan, y a orillas del caño Iracá fundó la población de San Agustín de Cáceres con varios colonos españoles y buen hato ganadero, pero el continuo hostigamiento de los colonos hacia los indígenas hizo desaparecer esta colonia; únicamente duró diez años.

Nuevamente otro español, esta vez Pedro Daza, en la banda izquierda del río Ariari, funda en 1585 la población de Medina de las Torres, y tres años más tarde en el piedemonte casanareño funda la ciudad de Santiago de la Atalayas. El capitán Francisco de Cáceres, como gobernador de la provincia de los Llanos y cuya capital era Santiago, envió por ganado a la ciudad de La Grita, cerca de El Tocuyo, para que sirviera de sustento a los habitantes de los Llanos de San Juan y se fundaran hatos. 

Pero el continuo hostigamiento de los colonos de Medina de las Torres hacia los indígenas hace desaparecer la población y dispersan por la sabana el ganado, para más tarde aparecer como las cimarroneras del Camoa.

Sin ceder en el empeño de hacer fundación en el margen izquierdo al río Ariari, nuevamente el español Juan de Zárate solicitó permiso en Santa Fe para bajar a los llanos y hacer fundación. Y en un lugar alto de la banda izquierda del caño Camoa, el 11 de noviembre de 1641 fundó la ciudad de San Martín del Puerto del Ariari, donde sus colonos fundaron hatos ganaderos con vacunos que fueron traídos del Tocuyo, Barquisimeto y La Grita.

Durante los dos primeros siglos de la Colonia la ganadería jugaba un papel muy limitado en los Llanos, pues sin mercados en el interior la ganadería no era más que una fuente de alimentación para la muy reducida población local. Inclusive, muchas reses se escaparon y formaron rebaños de ganado salvaje.

En el año de 1659 los jesuitas comienzan su segunda ofensiva misionera en Casanare. Tres haciendas ganaderas que les habían sido retenidas en su primera ofensiva estaban ubicadas entre los ríos Pauto y Casanare y los jesuitas consolidaron su establecimiento en la formación de la gran hacienda de Caribabare en 1676, núcleo importantísimo para el nacimiento del hato fundo en el Llano.

A finales del siglo XVII, alrededor de 1695, la Compañía de Jesús adquirió tres haciendas más: Cravo y Patute en el Casanare y Apiay en los Llanos de San Martín. La consolidación de la hacienda de los jesuitas significó un primer avance en el desarrollo de la ganadería en los Llanos. Los jesuitas trajeron administración eficiente que aumentó el número de animales y sabemos que para la década de 1760, las haciendas contaban con más de 80.000 reses vacunas y caballos. También el hecho de pertenecer las haciendas jesuitas a un complejo administrativo mucho más grande, aportaba mecanismos para facilitar de una manera permanente la extracción de ganado fuera de los Llanos. Al principio, sin embargo, por los bajos precios de la carne y la aspereza de los caminos hacia el interior del país, los jesuitas prefirieron cambiar ganado por telas locales de más fácil transporte.

La producción ganadera de los Llanos de San Martín tomó fuerza a partir de la hacienda de Apiay, pues anteriormente las ganaderías se reducían a unos cuantos hatos en los alrededores de la población de San Juan, San Martín y Jiramena, donde simplemente se dedicaban a la subsistencia y unos pocos exportaban o comerciaban a través del río Meta, hacia el Casanare y el Apure. De esta manera, la hacienda de Apiay vino a centrar todo el comercio ganadero a partir de la compra que los jesuitas hacían a los ganaderos.

Durante la década de 1740 la paulatina alza en los precios de la carne provocada por el crecimiento demográfico en el altiplano abrió un mercado rentable para el ganado de sus haciendas en los Llanos., y en unos años, los jesuitas llegaron hasta tener el contrato para abastecer con el ganado suyo traído de las diferentes partes del país. Otro estímulo para la traída del ganado fue la apertura de un camino de herradura de Apiay a Santa Fe bajo el mando del virrey José Solís Folch de Cardona.

Cuando los Jesuitas fueron expulsados del país en 1767, sus hatos fueron abandonados y por supuesto, el ganado se dispersó originando grandes cimarroneras que más tarde, con el correr de los años fueron nuevamente capturadas sometiéndolas a su anterior domesticidad en los Llanos y en el interior. 

Con suma dificultad se vendieron algunas haciendas a precios bajos, pero éstas, sin acceso al mercado ganadero del interior, se fueron desintegrando, siguiendo el sistema de explotación por pastoreo. Al ser rematadas las haciendas de los padres, no se presentaron postores para comprar toda la infraestructura productiva.

El ganado que antes se mantenía en los hatos ya no recibía los mismos cuidados y con frecuencia se iba a aumentar los rebaños de ganado salvaje. Todo esto contribuyó al alza en los precios de la carne que se manifestó en Santa Fe durante las últimas décadas del siglo XVIII, al subir los precios de la carne hasta ocho reales la arroba en 1801 (a mediados del siglo XVIII era a cuatro reales la arroba) se volvió a traer ganado de los Llanos pues ahora se justificaban las pérdidas de reses durante la travesía. 

Pero antes que el alza pudiera fortalecer de manera permanente la ganadería sucedieron las diversas campañas militares de la Independencia. Los llaneros que cuidaban los hatos se iban a la guerra, mientras que el ganado, los caballos y las mulas eran confiscados para el mantenimiento y trasporte de los ejércitos patriotas y realistas, cuya comida principal fue la carne bovina salada y secada al sol. Los hatos quedaron desocupados.

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Jornada “Historia de la Ganadería en los Llanos Orientales: bovina y equina”, Unillanos mayo de 2008. Panelistas: investigador Jairo Ruiz Ch., folclorólogo Álvaro Coronel Mancipe, Bayiyo, -los dos ya fallecidos-, investigador Germán Correal M. y Francisco Sandoval R. casanareño unillanista Médico Veterinario Zootecnista. En ese orden aparecen en la imagen (Foto: Óscar A. Pabón M.).

Nuevas estrategias para la ganadería.

Pasada la guerra de independencia, el gobierno republicano para ayudar a reponer el ganado en los Llanos concedió por seis meses a partir de la fecha de 1820 una exención de derechos al ganado introducido al interior de Barinas, Casanare y San Martín. En 1829, Simón Bolívar emanó el primer decreto que reglamentaba el uso, costumbres y comercialización del ganado en los Llanos Orientales.

El ganado del territorio sanmartinero atendía la demanda interior (Bogotá y Tunja) con reses flacas que eran llevadas a los cebaderos de la región del río Magdalena, para que una vez cebadas volvieran al consumo del altiplano. Era necesario implantar la ceba en el piedemonte y la siembra de pastos nuevos que complementaran la dieta alimenticia de los animales. Pero en la realidad fue muy poco lo que hizo el gobierno republicano en beneficio de la ganadería de los Llanos, hasta que emprendió durante la década de 1870 los trabajos para el camino del Meta.

El control de las cimarroneras de los Llanos por parte de poder central y los propietarios de los hatos, debió constituir un verdadero desafío para la imaginación: la asunción de esa ganadería por parte de los indígenas del Llano como un nuevo recurso alimenticio, influyendo en la modificación de sus patrones de comportamiento tanto en lo que se refiere a la culinaria como en las formas de cacería; las relaciones con los “blancos” y el empleo en los hatos como vaqueros; los propietarios de hatos y colonos improvisaron mecanismos de apropiación de esas cimarroneras a través de procedimientos de violencia tales como la cacería indiscriminada y masiva de las reses con fines comerciales. La persecución a comunidades indígenas a fin de disputarles el usufructo de esos ganados, su tierras tradicionales, y transformando sus formas de conducta para incorporarlos al esquema productivo del hato. 

Represalias que dieron lugar a respuestas tanto del medio como de los indígenas y mestizos (llaneros) minifundistas, que se expresaron en permanente dificultades para el control de esa ganadería.

El camino de Villavicencio a Bogotá fue el punto de partida para la ganadería en el Meta cuyo desarrollo se encontraba bastante abandonado desde la expulsión de los jesuitas. Bogotá era un buen mercado a corta distancia de los Llanos, pero una de las rutas más difíciles de Colombia era su única comunicación con la capital.

En 1896, la Compañía Colombia, de Herrera, Uribe y Lorenzana, ,extractora de recursos naturales que se encontraba instalada al noroccidente del Territorio de San Martín, importó de Inglaterra reproductores de raza inglesa Shorthorn que fueron cruzados con los mejores ejemplares selectos de las sabanas sanmartineras. 

En el mismo año llegaron los primeros reproductores cebú con destino al Territorio del Meta en el barco Libertador de propiedad de José Bonnet, subiendo desde la Isla de Trinidad por los ríos Orinoco y Meta. Estos reproductores llegaron a Puerto Barrigón, sobre el río Humea y desde allí fueron trasladados a las haciendas de Cuarteles, el Rosario, La Cuña, y Macapay. 

El doctor Emiliano Restrepo Echavarría, contemporáneo con la importación de reproductores de Inglaterra a los Llanos de San Martín, también importó de ese país siete reproductores de la raza Herdford con destino a su hacienda Vanguardia y su hato que tenía en Apiay (ambas haciendas a pocos minutos de Villavicencio). 

Los bovinos derivados de aquel afortunado cruzamiento dieron origen a la sub raza sanmartinera. O sea, Herdford más Casanare; doble propósito de carne y leche. Y Shorthorn más Casanare también doble propósito. Es cuando entonces el doctor Restrepo Echavarría y la Compañía Colombia, traspasan a sus becerros derivados de sus cruces y de esta manera se forma la raza bovina sanmartinera, con un 50% de raza casanareña y 25% de Shorthorn y 25% de Herdford.

La acción del hombre estaría encaminada no a remplazar a la raza llanera con otras de Europa y los Estados Unidos, sino mediante un cuidadoso proceso a los cruces con otras razas y conseguir animales adecuados a su medio geográfico con una mayor producción de leche y de carne. En cuanto a la leche, nunca hubo interés en desarrollar los productos lácteos, pues sin facilidades técnicas ni medios de transporte, no había mercados fuera de los locales. 

Algunos empresarios bogotanos dieron los primeros pasos para aumentar los rendimientos de la carne, pero su ejemplo no fue imitado. Es más, cuando don Emiliano Restrepo Echavarría en 1870 llevó a sus hatos de Apiay los siete reproductores de la raza Herdford importados de Inglaterra, los habitantes de Villavicencio lo miraron con lástima; creían que era absolutamente innecesario, estúpido y novelero el haber llevado estos animales.

Los Llanos estaban quedando rezagados; la cría de ganado se seguía dejando a la merced a la acción independiente de la naturaleza, e inclusive, no se tomaban medidas para seleccionar los mejores ejemplares de la raza llanera para logar cruzamientos que perpetuaran y mejoraran sus cualidades más deseables. 

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“Los pájaros garrapateros en los llanos” grabado del artista francés Riou, realizado en la segunda mitad de mil ochocientos.

En el único punto donde se había hecho desde mediados del siglo XIX un modesto avance, fue en generalizar la práctica de dar sal al ganado pues con la sal las reses engordaban rápidamente y eran más dóciles. No obstante, no se pudo suministrar de manera permanente la sal, porque el Estado, con ricas salinas en los Llanos (Cumaral, Upín, Pajarito, Chámeza, y la Salina), fue incapaz de asegurar un suministro mínimo; en algunas ocasiones la escasés de sal permitió a comerciantes venezolanos traer sal marina desde Ciudad Bolívar, por la vía fluvial de los ríos Orinoco y Meta. Y aún, en los años en que la producción de sal era suficiente, el gobierno nacional anulaba los efectos favorables al cobrar un precio demasiado alto.

El hecho que en Bogotá el ganado se compraba “al ojo” y no por peso, era desestimulante para el ganadero llanero que se esforzaba por conseguir un animal más gordo. Al mismo tiempo, la gran pérdida que siempre ocasionaban los pésimos caminos, resaltaba la utilidad de tener reses que fueran muy resistentes en vez de abundantes carnes.

Casanare y San Martín entraban en la segunda década del siglo XX con una ganadería extensiva en sumo atraso técnico. En 1905 el general Rafael Uribe Uribe trajo de Brasil semilla de pasto gordura o catingueiro. En la población de San Martín, en un lote abandonado de propiedad del doctor Plácido Castro, abriéndose una nueva etapa para el desarrollo pecuario en los Llanos.

En resumen, la ganadería en los Llanos estaba manejada de acuerdo con los principios de gran abundancia de tierra para pastos, baja densidad demográfica y limitado acceso a los mercados ganaderos del interior del país. 

La combinación de todos estos factores explica el bajo nivel científico de la ganadería, que era una actividad extractiva, limitada a recoger los excedentes del ganado que la naturaleza suministraba. No sería hasta la década de 1920 y 1930, cuando al cambiar los factores anunciados, pudo la ganadería desarrollarse en volumen y en calidad, bajo principios y técnicas de reproducción más avanzados. Pero hasta esa fecha no podía la ganadería, por si sola, ser el polo de desarrollo de la región.

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El historiador Jairo Ruiz Churión, qepd, en su última participación académica en evento del Banco de la República de Villavicencio. Fue en noviembre de 2024 (Foto: Óscar A Pabón M)

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