El Buque: modelo agroindustrial villavicense en la segunda mitad de 1800

“Hace más de cinco años se situó allí con su familia y desde entonces, desafiando todas las dificultades, y venciéndola todas, ha trabajado sin descanso hasta sacar de en medio de la selva una valiosa heredad, que asegura su porvenir y el de su familia”.

Recuerdos de lo que fue la casona de la histórica Hacienda El Buque (Foto: Jairo Ruiz Churión)

Poco se habla ya acerca de la importancia agrícola y organizativa que llegó a alcanzar la hacienda El Buque fundada por el señor Sergio Convers Fernández hacia 1864 en cercanías del área urbana de la entonces pequeña aldea de Villavicencio.

Con el propósito de compartir información histórica sobre dicha propiedad más agraria que pecuaria, rescato y actualizo esta crónica que redacté y luego fue publicada en la edición # 20 de la revista de la Cámara de Comercio de Villavicencio del mes de marzo de 1994. Luego la incluí en la compilación de algunos escritos míos bajo el título Historias Arrebiatadas obra editada por el Instituto de Cultura y Turismo del Meta en el mismo año.

A continuación recojo relatos escritos por algunas personas que visitaron la propiedad en referencia, otra fuente rescató mayor información en año más reciente. Las descripciones nos acercan tan interesante modelo empresarial de finales del siglo XIX.

Durante 1869 el doctor Emiliano Restrepo Echavarría comentó:

“El señor Sergio Convers, hombre de claro talento, de sólida instrucción, de carácter firme e incontrastable y de ejemplar laboriosidad, ha sido creador de la hacienda El Buque. Hace más de cinco años se situó allí con su familia y desde entonces, desafiando todas las dificultades, y venciéndola todas, ha trabajado sin descanso hasta sacar de en medio de la selva una valiosa heredad, que asegura su porvenir y el de su familia.

…En un principio, la preocupación tan infundada como generalmente extendida, de la insalubridad de aquella comarca, hacía muy difícil la adquisición de brazos para las labores agrícolas. Luego, el temor de carecer de recursos pecuniarios para atender oportunamente a los gastos que las empresas demandaban. Por último, lo tardío de la plantación que formaba la base principal de la especulación. Más de una vez el desaliento debió entrar en sus espíritus, viendo renacer bajo sus plantas la misma dificultad que acababa de vencer” (1)  

Cartografía de la agrícola propiedad de la familia Convers Codazzi, plano fechado en 1895

En el año 1875 el naturalista francés Eduar André dejó el siguiente testimonio:

“Al sur de Villavicencio se encuentra la explotación de los señores Convers y De Francisco, llamada Hacienda El Buque.

Contiene esta hacienda un vasto cafetal en el apogeo de la producción, y no obstante, apenas si hace diez años que fue plantado el primer pie. Pintar el cúmulo de dificultades que el señor Convers, en un principio enteramente solo y unido luego a un socio, hubo de allanar, calenturas, falta de brazos y hasta de fondos en espera del periodo de la producción, carencia de caminos, malquerencias de los indígenas, establecimiento de maquinaria, ect., etcétera, valdría tanto como escribir una odisea agrícola, que únicamente sus héroes están en situación de contar con todos sus detalles.

Ello es, no obstante, que tantos y reiterados esfuerzos, a la postre se han visto coronados por el mayor éxito. Excelente por demás es hoy el estado de producción de la hacienda en cuestión, en la cual se cuentan ochenta mil árboles de café en pleno periodo de rendimiento. Durante nuestra estancia en los Llanos, es decir en enero, parecía como si estuviera nevando, tal era su florescencia” (2)

Otro visitante extranjero, el alemán Ernest Rothlisberger, en 1883 sobre los cafetales escribió:

“El número de plantas de cafeto asciende a unas ochenta mil. Generalmente, por el centro del cafetal atraviesa una avenida flanqueada de árboles frutales. Paralelas a esta van las filas de los cafetos, los cuales se hallan distribuidos en intervalos regulares de dos metros y medio; las plantas más pequeñas están a la sombra de palmas bananeras. Se cuenta con máquinas para el descerezado y con una maquinaria desecadora muy práctica. Así pues, tiene hoy justa recompensa la diligencia y el cuidado del propietario, que durante años hubo de luchar aquí contra los rigores del clima y poner en peligro su salud en aquel terreno esquilmado.

El señor Convers manda actualmente café a Bogotá y los exporta a Europa, enviándolo por el río Meta” (3)

Las siguientes narrativas de L. H. Godoy, año 1963, recrean el emporio empresarial de la propiedad, también su decaimiento por casusas de la Guerra de los Mil Días.

Columnas en ruinas de los avanzados sistemas agroindustriales que la hacienda tuvo en los finales del siglo XIX (Foto: Jairo Ruiz Churión)

“Corría el año 1865 cuando se emprendieron los primeros trabajos de siembra de café en la hacienda de El Buque de la familia Convers Codazzi.

El semillero para hacer esta plantación se sacó del “sitio de la Compañía” restos de la hacienda que allí tuvo la compañía de Jesús en el siglo XVIII y que se hallaba localizada en las sabanas de Apiay, a unos 15 kms del entonces Gramalote, hoy Villavicencio.

….Sembraron todos los árboles frutales propios del clima y además tacay, el caimarón y el sarrapio. Plantas medicinales criollas y exóticas como la hipecacuana; de fibra como el fique y la sansecvieria y gran variedad de flores. Una alameda de palmeras de todas las variedades que existen en el Llano, incluso cocotero, una cubana y alguna de dátil: un árbol de canelo, algunos árboles de café de Liberia y muchas variedades de cacao: plantas de vainilla y algunas orquídeas.

Lucharon y destruyeron los hormigueros. Pusieron las plantaciones de cañaduzales que originaron los trapiches y la subdivisión de la gran hacienda en filiales o dependencias, como la hacienda de cañas que se llamó “El Trapiche”; de potreros de ceba y cría de ganados que denominaron HATOS; y la cría de ganado caballar y mular.

Con la introducción del pasto “india”, que se debió al gran progresista e incansable trabajador, Dr. Emiliano Restrepo Echavarría, vino la industria de la ceba de ganado, y en El Buque se abrieron en 1879 a 1882, los potreros de Maizaro, El Zanjón y El Barzal que daba a la cantera sobre el caño Gramalote. En 1885 se fundó El Asilo contiguo a la Azotea sobre el caño Maizaro con pertenencia de Don Luis Convers Fernández.

En 1886 se dio principio a la formación de otros tantos potreros, como el de Mesetas, La Loma, Parrado, Los Naranjos, San José, El Cansancio, El Descanso y otros; en vista de los buenos rendimientos obtenidos se procedió a la formación del potrero El Tigre, bañado por las aguas de los caños Hondo, Tigre, Amoladero y Grande y por el río Ocoa.

A ella se llevó una larga acequia sacada del Caño Grande –de más de 1 km de longitud- y se hizo una laguna artificial. En la primera década del presente siglo los antiguos tablones de café llamados San José, Los Ceibos, Los Cámbulos, El Desengaño, La Ceiba, San Pablo, San Martín y Las Rondas, fueron convertidos en potreros. 

…En estas dependencias de El  Buque hubo tres clases de mayordomos: El Amoladero, La Rosa Blanca, y Las Mesetas que gracias a su clima suave fue convertida en sanatorio para los trabajadores que enfermaran en las otras dependencias de tan inmensa hacienda. En el Trapiche se sacaba la miel para el guarapo que se prodigaba en tal forma que pronto se hizo suficiente, debiendo abrirse otra filial. Se levantaron edificios y se montó un trapiche, fabricando a más de miel, panela y azúcar.

La acción educadora de El Buque se extendió tanto a los subalternos inmediatos como a los jornaleros a quienes se les inculcó hábitos de veracidad, higiene, aseo, ahorro, orden, honradez, vida íntima correcta, tanto con la palabra como con el ejemplo, y el uso de la bebida era absolutamente prohibido. Hubo escuela para los niños y nocturna para los jornaleros que quisieran asistir a ella.

Convenciones del mapa de la gran Hacienda El Buque localizada por fuera del perímetro urbano del villavicense pueblo

…Como hubo talleres de carpintería, herrería y carretería, se levantaron allí oficiales en esos ramos; se formaron constructores de casas y Eustasio Bayón formó canteros. En los talleres de carpintería hubo sierra circular y torno. Empleó con buen éxito el sistema de tareas y era prohibido salir de noche de la hacienda; El Buque daba habitación, alimentación y medicamentos en forma gratuita al peón que enfermara y a sus parientes, tenía hábil cirujano a su servicio y un bien provisto botiquín no solo para los jornaleros sino para todo menesteroso que alllí acudía en constante romería.

….Esta hacienda fue tomando merecida forma y los cafeteros de Cundinamarca y Tolima pidieron datos por escrito sobre su organización.

…El Buque, como hacienda de café agonizó con la revolución. En 1902 se ofreció la cosecha al partir, pero los jornaleros desmoralizados no aceptaron. Las quemas acabaron con esa fuente de riqueza y solo perduraron unas veinte matas que aún dieron sus cosechas en 1929”.

La Hacienda El Buque tuvo 75 años de ímprobo trabajo, así: 13 años a cargo de don Sergio Convers y 25 en colaboración con su hijo Luis, 15 bajo el comando de don Luis y solo 22 a cargo de don Sergio Convers Codazzi hermano del anterior. La muerte de su fundador y repartición consiguiente y el paso de muchos de sus terrenos a manos extrañas, anularon casi por completo esta larga y fructífera labor jamás seguida ni igualada” (4).

Concluyo esta crónica de Villavicencio comentando que la copia del mapa de la hacienda El Buque -1895- que acompaña este escrito hace como un cuarto de siglo me la obsequió la antropóloga Elizabeth Convers G., descendiente de don Sergio Convers F.

También que las fotografías de construcciones de la hacienda las tomó Jairo Ruiz Ch. un domingo de hace un poco más de tres décadas cuando con Nancy Espinel, Marujita la mamá de Jairo y quien esto escribe visitamos el sitio en donde quedaban ruinas materiales del extraordinario modelo agroindustrial dado en la segunda mitad del siglo XIX. Imparable era el frente urbanizador que avanzaba en esos terrenos localizados hacia arriba de Villacentro.

Citas bibliográficas:

  1. RESTREPO E., Emiliano: Una Excursión al Territorio de San Martín. Biblioteca de la Presidencia de Colombia, Editorial ABC Bogotá, 1957, p 92
  2. ANDRÉ, Eduar. América Pintoresca: Descripción de Viajes al Nuevo Continente por los más modernos exploradores: Carlos Wiener, Doctor Crevax, D.Charnay y otros. Carvajal S.A., Cauca Colombia, 1982, Vol. 3 p 592
  3. ROTHLISBERGER, Ernest, El Dorado, Banco de la República, Bogotá, 1963, p 238
  4. GODOY, L.H., Monografía de Villavicencio, Talleres Gráficos Labor Bogotá, 1963, p 75 a 78.

4 respuestas a “El Buque: modelo agroindustrial villavicense en la segunda mitad de 1800”

  1. Santiago Franco Reyes dice:

    Estimado Oscar como siempre es grato leer sus crónicas e informaciones que usted hace con tanto cariño y sapiencia del Llano. Su aporte es invaluable: traer el pasado al presente para proyectar futuro. Y más en una región que pierde la memoria con facilidad o la devalúa y degrada. Siga en su empeño de educar, ilustrar e iluminar el destino de su querido Llano. Un abrazo

  2. Sofía Serrano dice:

    Oscar, me uno al comentario de Santiago Franco Reyes! Que agradable y reconfortante es leer tus historias escritas de tan agradable manera y con mucha investigacio! Sigue así Oscar, no aflojes, porque necesitamos mucho de tu investigación y tus publicaciones!!!

  3. Eduardo Rozo Briceño dice:

    Magnifica recopilación de tan importante Hacienda en lo que hoy estés s Nuestra capital del Meta. Muy bien documentada.

  4. Martha Isabel Serrano de Moreno dice:

    Óscar, mi hermana Sofia Serrano de Vergara,
    me remitió sus escritos, me encantaron, sobre todo, que mi esposo, el Arquitecto CARLOS VICENTE MORENO JIMENEZ, quien ya falleció, fue quien inició La Urbanización “EL BUQUE” y posteriormente con nuestra constructora “HEXAGONOS DEL LLAN0 CIA LTD” se levantaron muchas viviendas en esos terrenos y hoy es de los mejores barrios de Villavicencio.
    Hoy mi hijo CARLOS EDUARDO MORENO SERRANO, también Arquitecto se encuentra frente a la constructora y le estoy remitiendo sus escritos que me han parecido muy interesantes y si mi esposo los hubiera conocido, se que le hubieran gustado mucho.
    Cordialmente;
    Martha Isabel Serrano de Moreno

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